MIS MONTAnAS
lH
C11e1a
iba
siendome mas simpatica; apostabamos en–
tre mis hermanos
y
yo
a
quien se levantaba
mas
temprano,
y
recuerdo haber ido algunas veces a dor–
mir
ei Ultimo suefio, sentado en
el
umbral del aula,
mucho antes de amanecer, esperando que se abrie–
ra la puerta. Aguijoneabamos el interes de las pre–
mios finales, las recomendaciones del maestro a mi
padre, los elogios tributados en la clase y la
espe~
rc::oza de tener pronto en nues as manos unos
li–
oros
c0n
laminas de color
en
qtlh leian fos mas ade–
lamados;
y
sentiame rebosante de orgullo cuando
por encima de sus hombros podia leerlos yo tam–
bien,
aunque estaban
en
letras mas pequeiias que
..s del
mio.
Pocos afios mas tarde cambiamos de maestro,
y
e::.tudinbamos ramos de memoria; la escuela se tras-
1ad6
a un espacioso edificio situado en la plazuela
de
la iglesia.
EJ
nuevo profesor sabia mucho y
11.alagaba nuestro entusiasmo con fiestas frecuen–
les.
en
las cuaies pronunciabamos discursos escritos
par
algi.lnamigo de la familia, sin hacer de la
trampa gran misterio. Mucho era, en efecto, con–
sc::guir
que recitiramos aquello delante de
la
gente,
~
yo delante de mi padre, a quien le tenia miedo
porque luego,
en
ca.sa, se burlaba de mis actitudes
oratorias. No. sabia coma mover los brazos,
ni
para
<!UC
servia esto · los sentia pegados, metia las ma–
nos
en
los bolsillos o entre los botones de! chaleco,
me
tir~ba
las puntas de la chaqueta, cruzaba
los
p!t"·
y
encog:ia una pierna,
y
todo esto mientras
1
\!._.itaba coma una
e."thalacion el trozo aprendido,
alusivo casi siempre
al
tennino de nuestras
fati-
11 ~
anuales, a la confraternidad entre condiscipulM
• to!
respeto
al
maestro
y
a
las
padres, quif!nes sc