KIS l!ONTARAS
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ja caer la cabeza sobre
el
hombro de su compafie–
ro, sin ad vertirlo, y mientras sigue el perezoso bai–
le, hay una sonrisa en su boca ros.a-da y el velo de
una 13.grima se extiende sobre
~d's
pupilas entre–
abiertas. Nada se dicen con palabras; las miradas
dormidas son suplicas que
se
entienden, promesas
que se corresponden, reflejos mortecinos del mundo
ideal en que
se creen
transportados. Muchas veces
nc, ban advertido
el
silencio de la musica, y siguen
la
prolongacion del Ultimo cotnpas, mientras
el
con–
curso los contempla con esa buiila piadosa que ins–
piran
los enamorados, coando
han
perdido la no–
ci6n de lo externo.
Son los novios de la aldea, y esperan la venida
del parroco para cumplir los votos jurados en pri–
mavera, cuando florecian los duraznales y las cepas
destilaban su llanto cristalino ; y entretanto se de–
voran sus almas
y
se ahondan sus ojos. El es
el
payador de la comarca,
el
de las decimas llorosas
y
de romances melanc6licos ; sabe la historia de las
aves
y
de las £lores, y ·su voz tremula canta los
iuilios de los bosques, los amores primitivos, las
poesias de las puestas de sol y de las noches de
luna, cuando
el
genio de Famatina asoma entre lla–
maradas sobre los campos de hielo de la altura,
oprimiendo
el
coraz6n de cuantos oyen el profundo
gemido que trae el viento a los valles ; y solo muy
rara vez, y a escondidas de la
~ente,
entona la can–
"ion
de su amor, cuando senta'--o en el patiecito de\
rnnc}10, al lado de
su
novia, ella se la pide con tono
de
ruego. Entonces,
1
c6mo vibra su voz juvenil
y
cbmo
,brillan sus ojos insomnes, levantados al cielo
para ..-ecordar la poesia
y
para presentar cl rostro
ar:ibe a la luz plena de luna dormida en el firma-