MIS
MONT~AS
l:U
la muerte, cuando
el
alma que se va
mo
ha man–
chado lhs alas en el lodo.
Si,
la turba ebria de pla–
ceres o de victorias baquicas ensordece la selva al
pasar; pero sobre la turnba que se abre bajo sus
danzas grotescas, cae una piedra funebre. La ima- •
gen de la patria
se
entjerra en dla; hay en su es–
tertor postrero
t:m
resplandor de esperanza, como.
la tenue vislumbre del astro que se pierde tras de-
la cima.
El hijo de la aldea inocente, arrastrado por
•1as–
corrientes mundanas vuelve
un
dia, despues de re-–
cios
golpes y desengafios sangrientos,
a
buscar en•
el hogar el amor que le fortalece;
el
arbol
carcomi~
do dobla la U.ltima rama viviente hacia
ta
tierra:,.
donde absorbe de nuevo la savia primitiva para
re~
nacer con formas esplendida:s; el ave emigrada
a·
dimas remotos, donde ha perdido el brillo de su.
plurnaje y
el
timbre de su voz, retorha a la selva·
n2tiva a beber en el manantial
y
a reconstn1fr el'
nido donde SUS padres murieron de Soledad'; asi fos .
pueblos olvidados de su 'origen, de su tr?-dici6n, de
su historia
y
de sus destinos, lanzados al -vertigo de
las vanidades y de las falsas glorias, sienten
un
dia
la voz secreta que les habla
<lei
pasado; como
J
e–
hova dcl fondo de
la
nube,
y
entonces, como
el
pe–
rcgrino al
hogar,
como las ramas a la tierra, como·
el
ave a su bosque
1
descienden a los sepulcros de·
sus glorias a impregnarse de virtudes invulnerables;.
de abnegaci6n
y
de heroismo; reanudase la historia·
interrumpida por la locura, resucita eeiiida de flo–
res inmortales la vision de la patria, al rumor
de–
himnos juveniles que .bendiccn
el
hogar
comUn,
coa-–
sagrado por la santa religion del amor .••