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JOAQUIN V. GONZALEZ

o noticias que lo explican todo. Cuando llega a su

lado, siente un impulso nervioso, irresistible,

y

sin

pensar que se asemejaba .,. un bandido de caminos,

le grita desde la obscuridad con voz imperiosa:

-1

Alto!

l

Quien es usted?

l

Para d6nde va?

-Senor, soy chasque y llevo 6rdenes de estar

es-

ta misma noche en Nonogasta.

-l

Por que t;mta prisa?

l

Que sucede?

-Son

mis 6rdenes ; debe haber sucedido alguna

cosa muy grande

para abajo,

porque el Comandante

General me mand6 ensillar inmediatamente y llevar

un oficio para don Nicolas Davila.

-j

Para don Nicolas Davila!

i

Soy yo, deme pron–

to ese oficio

!

Toma el sobre, y casi sin atinar a abrirlo, corre

al fog6n

y

lee en un instante aquel misterioso plie–

go.

Su rostro se ilumin6 con un resplandor de ale–

gria tan extraordinario, sus ojos se dilataron de tal

modo, su pecho respir6 con tanta fuerza, sus ma–

nos se alzaron al cielo en actitud tan ferviente e in–

quieta, que habriasele tornado como poseido de un

acceso de locura religiosa, en la cual hubiese visto

cercana la transfiguraci6n. Corre a donde su esposa

y sus hermanas descansaban, las sacude, las grita,

las levanta de los brazos, llama a los criados, a los

peones, balbuce palabras incomprensibles y se mue–

ve sin tino de un lado a otro, golpeando con la ma–

no derecba el pliego extrafio, como si alli tuviera

una revelaci6n tremenda, grandiosa, esperada mucho

tiempo con ansia. Al fin se serena, normaliza la res–

piraci6n, sosiega los pies inquietos y i:ranquiliza la

familia, abismada ante esas manifestaciones de una

a.legria rayana en la exageraci6n.