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JOAQUIN V. GONZALEZ
dt·bido cumplimiento, estaba alli el garrote de la jus–
t1cia, y aun podia -cimbrarlo por nuestras piernas,
sin que, no obstante, Ilegara a escarmentarnos ja–
mas.
Recordaba el sin duda que un tiempo empuno la
vara del alcalde, alla por los afios de la Revolucion,
manteniendo tiesos
y
en compostura al pueblo
y
ca–
bildantes,
y
al mismo orgulloso Teniente de Gober–
nador, quien revestia el mando militar en toda la
Provincia; pero es fuerza confesar que con la ban–
dada de sus biznietos no las tenia todas consigo,
porque se le escabullian por debajo de la silla, le
·daban vueltas al pilar o al tronco del naranjo, o
.corrian tan veloces que
SUS
piemas no podian mas,
y
forzabale a quedarse refunfuiiando
y
enarbolando
el bast6n entre juramentos
y
amenazas esteriles. A
sus hijos, que eran nuestros abuelos, los trataba
·com0 nifios
y
los reprendia con dttreza, cuando en
su
vida publica vislumbraba alglin asomo de debi–
lidad o vacilaci6n. Vivia con la mente siempre en
el pasado, como si esa epoca de heroismo se· hu–
biese estereotipado en su cerebro;
y
con sus hom–
bres, caracteres
y
sucesos, eran todas sus compara–
cienes <il.e los aicontecimientos contemporaneos.
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