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9o

JOAQUl N V. GONZALEZ

viejas ma.mas que teniamos en los

ranchos~

porque,

cual mas, cual menos, todas habian sido nodruas

de nuestros padres.

Alli, lo recuerdo bien, vivia

"Ma.ma

Ubalda", o

W alda, que muri6 cuando iba a cumplir un siglo,

ya perdidos la razon, la vista y

el

gusto, y a quien

inconsideradamente le hadamos las travesuras de

Lazarillo de Tormes, dandole a beber menjurjes

inofensivos, pero no usados, que a ella se le anto–

jaban sabrosas bebidas

y

refrescos deliciosos.

En seguida la pandilla marchaba a dar un mal6n

a los ranchos, donde tenian aloja fresca en los gran··

des

naques

de cuero que le sirven de vasija, o en

tinajas de barro cocido tapadas con ramas de sauce

lloron; o bien, cuando oiamos sonar

el

tambor cha–

vero, en anuncio de diversion criolla, eramos segu–

ros a formar la mosqueteria, a gritar, a reir y a en–

sayar tambien los bailes nacionales. Todo esto mien–

tras Ios viejos de casa. con la gran rueda de visitas

de Ia misma familia, pero que vivian en sus fincas,

departian sobre todos los temas serios de la poH–

tica, traidos

por

los diarios de Buenos Aires

y

de

Chile, sobre los intereses comunes de la localidad,

y por fin, de todo cuanto nosotros no entendiamos

y

menos nos importaba.

En aquellas reuniones se proyectaba los paseos a

los sembrados

y

a las huertas distantes. Al dia

si–

gui ~nte,

todo un ejercito marchaba a caballo: las

sei, ~ras

con sus sombreros y vestidos de campo,

y

Ios caballeros acompafiandolas devotos

y

enamora–

dos. A las abuelitas las llevaban

en-

carruaje, y

a

nosotros nos metian en nn carro de la cosecha,

y

nos dabamos por muy bien servidos con tal de

no

perder

cl

banquete preparado bajo un inmenso

al-