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lLIS MONTA.titAS

9S

sino cantos ; silbidos musicales, gritos que se lla–

man, risas que se desbordan, exdamaciones que se

fugan,

y

de vez en cuando palabrotas que se esca–

pan, cuando el cosechero ha caido preso en

\111

bos–

que de cadillos que se pegan como agujas en el

cuerpo ; aquello parece una colmena en la cual to–

dos tienen su tarea que ejecutan con gozo

y

que

mil incidentes c6micos amenizar.i, arrancando riso–

tC:idas a todo pulm6n.

Alla, en medio de un tupido grupo de arboles,

una muchacha monta sobre la cepa para cortar el

racimo

mis

alto,

y

al bajarse" enredase el vestido

en presencia del festejante, que la busca, agazapan–

dose bajo las pa.rras, por si logra un momenta de

hablarla a solas, o por lo menos, con su poquillo

de picardia, por

si

sorprende alga de eso que en–

ciende mas la pasion naciente.

"1

Que

pierna. . . pa–

ra una cueca

!"

grita el maligno perseguidor,

y

la

niiia, toda encendida, baja los ojos

sin

decir nada.

Las mujeres, que esta

vez

no fueron curiosas, an–

dan tambien por ahi, perdidas entre las

yuyos

y

las

malezas, cha.rlando como

catas

en

el

sonido

y

cui–

dando sus niiias de las imprevisiones, entre tanto

mocet6n como se ve ocupado en la misma obra; los

chiquillos, que han ido a estorbar a los grandes,

no hacen mas que comer

y

cosechar pichones o

huevitos de t6rtolas en los nidos descubiertos en

medio de

las

parras hojosas;

y

aqui rie uno de su

caida, alla llora otro picado por una avispa o cla–

veteado por las rosetas

y

los amorsecos que crecen

ocultos entre los matorrales.

N osotros tambien-Ios niiios, como nos decian las

gentes de faena,-avidos de aqnellas emociones, nos

mezclabamos en ellas, echandolas de guapos, cuan-