lLIS MONTA.titAS
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sino cantos ; silbidos musicales, gritos que se lla–
man, risas que se desbordan, exdamaciones que se
fugan,
y
de vez en cuando palabrotas que se esca–
pan, cuando el cosechero ha caido preso en
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bos–
que de cadillos que se pegan como agujas en el
cuerpo ; aquello parece una colmena en la cual to–
dos tienen su tarea que ejecutan con gozo
y
que
mil incidentes c6micos amenizar.i, arrancando riso–
tC:idas a todo pulm6n.
Alla, en medio de un tupido grupo de arboles,
una muchacha monta sobre la cepa para cortar el
racimo
mis
alto,
y
al bajarse" enredase el vestido
en presencia del festejante, que la busca, agazapan–
dose bajo las pa.rras, por si logra un momenta de
hablarla a solas, o por lo menos, con su poquillo
de picardia, por
si
sorprende alga de eso que en–
ciende mas la pasion naciente.
"1
Que
pierna. . . pa–
ra una cueca
!"
grita el maligno perseguidor,
y
la
niiia, toda encendida, baja los ojos
sin
decir nada.
Las mujeres, que esta
vez
no fueron curiosas, an–
dan tambien por ahi, perdidas entre las
yuyos
y
las
malezas, cha.rlando como
catas
en
el
sonido
y
cui–
dando sus niiias de las imprevisiones, entre tanto
mocet6n como se ve ocupado en la misma obra; los
chiquillos, que han ido a estorbar a los grandes,
no hacen mas que comer
y
cosechar pichones o
huevitos de t6rtolas en los nidos descubiertos en
medio de
las
parras hojosas;
y
aqui rie uno de su
caida, alla llora otro picado por una avispa o cla–
veteado por las rosetas
y
los amorsecos que crecen
ocultos entre los matorrales.
N osotros tambien-Ios niiios, como nos decian las
gentes de faena,-avidos de aqnellas emociones, nos
mezclabamos en ellas, echandolas de guapos, cuan-