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MIS MONTARAS

9'5

hacen tarareac,

sin

queredo, una letril'la picante.

Las caras de los concurrentes se animan con luz

repentina, los ojos chispean

y

los labios sonrien,

y

todos sentados en rueda sobre

el

suelo, . cruzando

las piernas, se tiran

y

se rJ!trucan los dichos que

se

entreveran como fuego graneado. La pareja mis

joven sale al medio; la nifia de larga trenza

y

de

mono encarnado sobre la cabeza, con un ramito de

albahacas sobre el pecho,

y

el

mocet6n de barba

nueva

y

renegrida

y

de ojos obscuros, estan frente.

a frente comiendose a miradas

y

diciendose galan–

terias, hasta que los musicos rornpen en alegres ras–

gueos, entre los bravos de los

a~;istentes

que los

acompafian con palmoteos acompasados

y

castafiue–

ias imitadas con los dedos. Les sirve de alfombra

la

gramilla verde

y

de cortinado

y

techo el ramaje deI

arbol de sombra espaciosa. Las vueltas agiles, los

movimientos graciosos del cuerpo, la expresi6n de

los rostros, la novedad de los zapateados

y

la pre–

cision en

el

compas, arrancan exdamaciones entu–

siastas de los espectadores.

-"j

Una sin otra no vale! 1Un trago para el

cantor!" Una salva de aplausos resuena al final del

bai.le,

y

antes qeu se siente la heroina, otro mozo,

que ha estado brincando por echar su escobillada,

la

invita diciendo :

-"j

Barato, la nifia

!"

Cada uno muestra asi su sistema en ese baile cu–

dosisimo, que tanta gracia presta a las j6venes des–

envueltas

y

bonitas,

y

el

cual consiste en dar vud–

tas como siguiendo

el

mozo a la nifia, ya intentan–

do pasar sin que ella se lo permita, forrnarvfole un

atajo. con

el

v.estido

y

corriendo siempre en frente

para estorbarle

el

paso, hash que el joven

se

pone-