MIS MONTARAS
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hacen tarareac,
sin
queredo, una letril'la picante.
Las caras de los concurrentes se animan con luz
repentina, los ojos chispean
y
los labios sonrien,
y
todos sentados en rueda sobre
el
suelo, . cruzando
las piernas, se tiran
y
se rJ!trucan los dichos que
se
entreveran como fuego graneado. La pareja mis
joven sale al medio; la nifia de larga trenza
y
de
mono encarnado sobre la cabeza, con un ramito de
albahacas sobre el pecho,
y
el
mocet6n de barba
nueva
y
renegrida
y
de ojos obscuros, estan frente.
a frente comiendose a miradas
y
diciendose galan–
terias, hasta que los musicos rornpen en alegres ras–
gueos, entre los bravos de los
a~;istentes
que los
acompafian con palmoteos acompasados
y
castafiue–
ias imitadas con los dedos. Les sirve de alfombra
la
gramilla verde
y
de cortinado
y
techo el ramaje deI
arbol de sombra espaciosa. Las vueltas agiles, los
movimientos graciosos del cuerpo, la expresi6n de
los rostros, la novedad de los zapateados
y
la pre–
cision en
el
compas, arrancan exdamaciones entu–
siastas de los espectadores.
-"j
Una sin otra no vale! 1Un trago para el
cantor!" Una salva de aplausos resuena al final del
bai.le,y
antes qeu se siente la heroina, otro mozo,
que ha estado brincando por echar su escobillada,
la
invita diciendo :
-"j
Barato, la nifia
!"
Cada uno muestra asi su sistema en ese baile cu–
dosisimo, que tanta gracia presta a las j6venes des–
envueltas
y
bonitas,
y
el
cual consiste en dar vud–
tas como siguiendo
el
mozo a la nifia, ya intentan–
do pasar sin que ella se lo permita, forrnarvfole un
atajo. con
el
v.estido
y
corriendo siempre en frente
para estorbarle
el
paso, hash que el joven
se
pone-