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Y de poi• all í, de una cantinucha, saliole
aJ
encuen–
tro
un
grupo de compueblerinos, que había divisado al
viejo desde lejos. Eran inconfondibles su tacañería
y su
figura.
En
el grupo e taba Pepito, el sacristán de la pa–
rroquia,
que había cursado diplomacia,
sirvi endo
a
la
mesa de las visitas pa torale . Era mozo amigo
de hol–
garse a costa; y era él quien habfa aconsejado al corro
que detuviese
a
don Casimiro.
·
-Ahora lé sacamos al viejo
el secreto de l a pie–
dra imán. No hay que esc.;atimar el gasto. Hasta que el
viejo se emborrache. J?.orque entonces podemos
ir a de–
.i
arle a su
casa,
y,
en ú ltimo caso arranchar! e los re–
toños de
la piedra · án. Para eso el viejo vive solito.
iDe veras!
Porque a oír r énuevo
de la
piedra milagrera
los campesinos abrieron
tamaña boca.
-Buenas tardes, Don Casi.
- Buenas, buenas.
-Hemos de tomar un trago, para evitar
el mal
viento del paso
del puente.
-Gracias, gracias, señores.
y
el viejo sonreía a los invitantes con
su desva–
hida sonrisa de bonachón, "que tenía mucho de un r é–
lincb.o moderado" , como decía la bribona h ermana menor
del Señor Cura. ·
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