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dico, se había

reído mucho con

eso de la piedra

i–

mán .

. Y había dicho que

la piedra

imán debía

ser

· el

óccido del oso perrito'

(óccido ferroso férrico)

o

::;ea

la "matita" (magnetita).

Por último, ya los misioneros r edentoristas habían

clie;ho que era un gran

pecado creer en

la piedra

i–

mán.

*

*

*

Bilico, fucioso ,

y

ademá,

muy

ebrio,

e fué donde

su mala amiga.

-¡Tu bebida no

a vahdo! .

.

_:Bruto, ino te

di·

e que le diera

extricnin a! . ..

- P ero

' rn

la p,iedra imán, élla no me hubiera

querido.

-Piedra · imán, piedra

imá.n .

.

. ¡Déj ate de e–

~o !

.

. En Cuenca oí decir que

aquello no pasaba de

una maj adería .

.

.

Y

el mozo,

congestionado,

y

a punto de

llorar,

a.gachaba la cabeza. Y murmullaba:

-

¡Se va a casar con Don Ca imirol

· - Bueno, Bilico, ¡que se

va

a hacer!

Y con un melindre meloso :

-Ahora .

.

. ¡cásate conmigo! .

Para Bilico

fue un latigazo en carne viva.

-¡Asesina! .. . ¡Bruj a!

Ella hmzó una

1~alabrota.

-¿Creíste, animal, que la hermana del cura se iba