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trastornaba por la h ermana menor dei Señor Cura.
la
ahora prometida de Don Oasimiro.
Y aunque Bilico nunca se avanzó a
patentizar su
amor a la mu hacha, en ninguna forma, la muy
trav ie–
sa, para burlarse de él, tuvo
un ~ ve~
e l mal auuerdo de
decirle, · de paso:
"Ay,
Billico ¿por qués , oponf'I e l desti –
no a que te ad
ore? . ..',
Pero él la
adora.bacon porfi ada pertinacia.
Para Bilic
o fue, pues,
la revelación de Don Casi–
miro, como la sensación del botell azo en la
cabeza, que
una ocasión Je propinaron asimismo en una taberna .
-¡¡Casarse el viejo gra iento con
la hermana del
Señor Cura!!! .
.
Y cabizbajo y
t)furruñado, su boba mirada de o–
d io
iba por aquí, po r allí, como demandando a los ban–
cos de la taberna mugrienta algún seguro medio para
evitar la feli id d
e-1 vejete
rival.
Y la piedra imán le bailoteaba en
el cerebro es–
trecho .
.
. iel obstáculo fatal! .
.
. ila piedra de la bue–
na ventura!
Parecía oír a la muchach'l: "¿Por qué se opone el
destino a que
te adore?"
Y patente se le venía, en su descorazonamiento,
la
carta de amor que había pret endido escribirle, él sólo, sin
ayuda de nadie, "mote proprio" (motu proprio) como de–
cía el sacristán.
!Cuantos desvelos
le había costado
la
tal carta!
Porque el pobre ignoraba que alguna que otra beata sol–
terona de medio pelo de la ciudad , escribía, por módica
suma, "cartas calientes" para los enamorados de su calidad.
La carta se le
venía patente.