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M. JULIO
DELGADO A.
cuya compra se internan a los valles de Lares y la Convención, en sus pro–
pias acémilas (borricos o llamas). Trabaje o no el indio masca la ooca, co–
mo el misti que no deja el cigarro. Le sirve para sus supersticiones
y
orácu–
los. La coca -es la compafiera inseparable de sus dolores y placeres, de
la fiesta y del
rabajo, de la mujer y del varón, del nifio y el adulto. Con·
servan en unas bolsas de tejido o de cuero, llamadas "Ch'uspas", Y pren–
didas a la cintura.
Seria un medio efi.caz para la profilaxia s10dal, la elevación de pr.eci-0s
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los· alcaloides, cosa que se -0onsigue con el estanco. Así se nota con el ciga·
rro, que a pesar de la congénita afición del aborigen a este alCaloide, -0on
la elevación de precios, se priva de comprar. Cosa semejante debería ha–
cerse con la coca y el alcohol; pero por desgracia, -0omo nuestras Finanzas
están infor·madas por el criterio del fiscalismo, no se ha hecho esto.
LA MORAL del indio está influenciada por la naturaleza.
Hay diferencia entre el indio de la que·brada y el de la puna. Veainos
con respecto al quebradefio. Tiene las siguientes normas: ei respeto a
los
padres es ostensible. Es raro el adulterio, por el eoncepto
supersticioso–
religioso del enojo divino. El robo entre si es severamente detestado: de
aquí que al ladrón (¡súa) se le excluya con desprecio de las reuniones
o
cabi Idos, pues el insulto más ignominioso es llamar a una persona súa. La
usurpación es condenada. El castigo a los animales es censurado, porque
les sirve
e
queza y sost-én. De modo que, la opinión de López Albújar es
sólo aplicable al indio de la puna, cuando ,dice: "estima a sus carneros más
que a sus hijos"; y aun en éste los sentimientos familiares existen; y
lo
prueba el hec•ho siguiente: cuando solicita un blanco la entrega de s:u hijo,
se resiste -heroicamente, a pesar de la oferta de dinero, y la madre coJ,llo
una fiera de presa ruge y protesta, ofre-Oiendo su vida antes
que
su hijo.
Hemos visto en las alturas de Santa <Bárbara y Cangallo; y esto es lo
general en las quebradas.
El respet'o a los mayores o yayas o apuchas, y a los mistis es una norma
de moral; lo prueba el Ji.echo de que al beber licor o chtcha, jamás
toma
frente a frente con aquellos, sobre todo si es un cholo soltero, pues, previa–
mente le pide que le ."quite el respeto", el cual consiste en besar el vaso o
la copa del líqui-do en sefial de asentimiento.
;En el aine o sea la mutualidad indígena es asiduo
y
cumplido el ver·
náculo. En el waqui o sea la sociedad agro-pecuaria, respeta
el
convento.
Todo esto en las rela::iones de indio a indio, porque frente al blanco
no
cumple expon-táneamente, sino que necesita la coersión.
En cambio la moral del indio de la puna, se aproxima a los lineamien·
tos de los 70 puntos del indio huanuquefio, a que hace referencia el doctor
López Albújar, en su artículo tantas veces citado.
En resumen, la moral del indio es esencialmente práctica.