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de este fastuoso edificio. Las maderas de
ti.pa, ce–
dro, soto, nogal, arrayán y algarrobillo, fueron
traídas de los valles de 'Mataca, de los bosques del
Polcomayo y de las riberas del PHaya : vigas, ti–
jeras, planchas, alfajías, soleras, tablones, tiran–
t es y peares. En la hacienda de Chiracoro se tra–
bajaron cuatro millones de ladrillos de media vara
de largo por una -cuarta de ancho, pagándose 49
pesos por el millar.
Ein
sólo el primer año, el con–
sumo de cal alcanzó a 40.
000
quintales, sin que
haya memoria del empleo de otras cantidades. D'on
José Santos de la Baquera, llevó desde Buenos Ai–
res, las rejas para las ventanas, foTjadas con el
fierro de Viz¡caya. Y cuenta
la
tradición, que, a
ser de plata, hubieran costado menos
al
erario es–
tos
treq ~jos
destinados a la ségl,J.Tidad inquisitorial
del edif'
i .
La e sa qued& li-sta, por :fin. La edi–
lidad de mun· i'pio
S!t
enjoyecía con esta nueva
gala, como
reto glorioso a la vieja 1Casa de Mo–
neda q
el virrey Toled.o levantara el siglo XVI
:frre :te a
_a;
plaza del Regocijo.
-¿Pero decidme
1
-
había exclamado
el
rey
cuando llegó a sus manos el memorial que detalla–
ba la construcción, -
¡,
con qué diablos habéis fa–
bricado este palacio? ...
J.VJ].rad que me arruináis ...
Y en efecto·, el millón
14·8.452
pesos plata que
costó el monumento, - apesar de la mano forzada
del mitayo y la baratura de la cal, - era el ma–
yor atentado que se podía haber hecho contra las
.Cajas ReaJes.
Pero la fábrica es soberbia. ¡Y cómo habla esta
mansión
al
sentimiento ame¡ricano!
E~
baluarte in–
quisitorial se convertía en ·columna fuerte de la
República.
.Y
de las cajas herméticas del rey, salía