PLATA Y. BRONCE
sangre roja
y
caliente que se escapaba a raudales de las
arterias rota .
Viendo lo cuerpos de las víctimas, despertó la hu–
manidad aletargada en los indígenas regidos por la bestia
agresiva. soterrada en ellos exclusivamente por el miedo.
El olor de la sangre y la visión de sus regueros hu–
meantes escalofriaTon los b1·onces de .sus cuerpos con el
temor del castigo venidero.
La venganza les sacia
fuerte.
Arrepentimiento, no.
como un licor espirituoso
y
Pensaron en huir. Ramón el primero. Gregario le
detuvo del brazo que apretó con fuerza descomunal.
-¡Shuyay!
Requirió el concurso ele lo otros para retener
y
atar
en una postura encogida el cadáver de Raúl
y
colocarle
dentl·o de uno de los sacos traídos. El cuerpo alto del
patroncito no alcanzaba dentro del costal. Le doblaron
por la cintura, le torcieron la extremidades con violencia
feroz. reclinaron a la fuerza la hermosa cabeza sobre
el
pecho hundido por los golpes.
La rigidez progresiva del muerto impedía realizar có–
modamente esas maniobras. Recurrieron a las sogas
y
como si e tratara de un montón que nunca tuvo vitalidad,
estrujaron, golpearon, aplastaron, amarraron el cuerpo va–
ronil con varias vueltas ele la soga tornándolo en un fardo
informe. en cuyo centro la cabeza sanguinolenta mostra–
ba la cara deformada por los cortes
y
la ancha herida de
labios negruzcos que hendía la nariz
y
se perdía en los
pómulos. Una brecha de horror de cuyos bordes pendían
coágulos ele sangre
y
trozos de piel desgarrada. Los la-
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