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FERKAXDO CHAVES

bios contraídos no ocultaban los dientes blanquísimos

y

apretados en una mueca contenida de terror y de súplica.

_ Acomodaron el cuerpo hecho una pelota en el saco.

El Gregario exigió que el Venancio y el Ramón le ayuda–

l~an

para hacer lo mismo con el de Rugo.

Nueva torsiones, dislocamientos fúnebres, forcejeos.

Crujían los miembros descoyuntados para adaptarse a las

posiciones que esos profanadores del crimen querían dar–

les.

Menos vigoroso que Gregario, el Venancio,-bajo

y

de chata cara orinecida de bulldog-pero más certero, dió

el primer tajo en el cuello de Rugo y el segundo en la

frente. Del golpe inicial casi separó la cabeza del tronco.

Quedó colgando como un pingaj·o inútil de blancor _de cera

y

teñido en sangre. Del egundo le sumió el frontal . y

brotaron los esos amarillos, pegajosos, en una inundación

mon truosa. Los ojos desorbitados, casi cubiertos por la

piel de los arcos superciliares caída sobre ellos como cor–

tinas sangrienta . parecían mirar a los asesinos cuando ellos

daban vueltas y más vueltas al cadáver buscando la posi–

ción factibl e para encerrarlo en el saco.

Lo colocaron por fin.

Cerraron la boca de los sacos con sogas. Se los

echaron a la espalda el Gregario y el Venancio ayudados

por Ramón que sostenía a los dos por detrás y abando–

naron son sus cargas fatídicas el domitorio, perdiéndose

~n

la oscuridad.

*

* *

adie intió en la hacienda,

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barnmtó siquiera la

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