FERKAXDO CHAVES
bios contraídos no ocultaban los dientes blanquísimos
y
apretados en una mueca contenida de terror y de súplica.
_ Acomodaron el cuerpo hecho una pelota en el saco.
El Gregario exigió que el Venancio y el Ramón le ayuda–
l~an
para hacer lo mismo con el de Rugo.
Nueva torsiones, dislocamientos fúnebres, forcejeos.
Crujían los miembros descoyuntados para adaptarse a las
posiciones que esos profanadores del crimen querían dar–
les.
Menos vigoroso que Gregario, el Venancio,-bajo
y
de chata cara orinecida de bulldog-pero más certero, dió
el primer tajo en el cuello de Rugo y el segundo en la
frente. Del golpe inicial casi separó la cabeza del tronco.
Quedó colgando como un pingaj·o inútil de blancor _de cera
y
teñido en sangre. Del egundo le sumió el frontal . y
brotaron los esos amarillos, pegajosos, en una inundación
mon truosa. Los ojos desorbitados, casi cubiertos por la
piel de los arcos superciliares caída sobre ellos como cor–
tinas sangrienta . parecían mirar a los asesinos cuando ellos
daban vueltas y más vueltas al cadáver buscando la posi–
ción factibl e para encerrarlo en el saco.
Lo colocaron por fin.
Cerraron la boca de los sacos con sogas. Se los
echaron a la espalda el Gregario y el Venancio ayudados
por Ramón que sostenía a los dos por detrás y abando–
naron son sus cargas fatídicas el domitorio, perdiéndose
~n
la oscuridad.
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adie intió en la hacienda,
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barnmtó siquiera la
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