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PLATA Y
BRO~CE
Recorrieron de prisa los dos indios en la obscuridad
esa distancia. expertos conocedores del terreno.
En la sombra se adivina:ba la masa informe de la choza.
Internáronse con cautela · en el trigal reseco. Acari–
ciaron al perro que ladró. despertado ele improYiso por el
ruido ele la pisadas. Junto a la casa. adelantó Grego–
no. Tanteando las paredes, halló la puerta
y
golpeó con
la mano abierta.
-Quién ?-contestaron.
-Ñuca.
V
amos.
Se escuchó un munnuUo de protesta. Probablemente
la mujer del Ramón que indagaba la causa de tan inespe–
rada salida de u mat·ielo.
-Vamos a arar onde compadre Blas-repuso el Ra ··
111011.
-Irís de día.
-Ya es hora.
Refunfuñó la india. pero no elijo nada más. Se au–
sentaba el amo. no era ella quien podía poner
ohjccir,ne~
a sus designios.
Bi,en envuelto en el poncho. salió el Ramón tiritando.
¿
De frío o ele miedo?
Se juntó a los otros.
-An no es hora-obset·vó el Ramón.
-El Juan tal vez m·ise-cleslizó en su oído el Yenan-
CIO.
Y amos breYe.
-Llevarís la Yela
y
los fósfoms.
-Si tengo.
-Entonce:<, Yamos.
Anclaban Yelozmente. El mie-do impulsaba la mar-
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