FERNA~DO
CHAVES
cha. Ahora subían por un declive ele la emmenc1a. La
coronaron. Abajo. el vallecito dormía en la sombra noc–
turna. No se oía nada. En la casa ele la hacienda no
e distinguía ni una luz. Todos debían dormir.
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)escendían los tres indios presurosos la rápida lade–
ra.
l~n
el llano, dejaron el sendero y se introduj,eron en
los potreros que circuían la casa ele ''Rosaleda". La hier–
ba co1·ta y seca cha queaha oprimida por las pisadas sigi–
losas y prontas. Pasaron un seto ele cabuyas. Otro po–
trero en riego. Humedad. Charcos ele a.gua en los que
chapaleaban los pies ele nudos con plaüicleras entonacio–
nes.. ¡..Juevo seto: una zanja honda salv.ada con dificultad.
Las paredes del parque lindantes con el potrero.
~xigieron
.
tm e fuerzo pa1·a el escalamiento. En el parque. a cuya
derecha se levantaba la casa. la marcha fué más lenta
y
cautelosa. Por una senda bordeada de rosales e desli–
zaban los indios indiferentes a todo.. Ni el recogimiento
de la noche tranquila. ni el perfume poderoso
y
enervante
ele la ro. a . percibían. Poseídos por el crimen. toda otra
.-en:ación no a . ociada, no impresionaba us cerebro .
La puerta oel parque estaba con llave. L:n nuevo
escalo.
~e
encontraban ya en el cuerpo del edificio, pero
en la parte posterior. Pasaron el segundo patio. las ha–
hitaciones de la serviclumbT·e. Por el largo pasillo se me–
tieron extremando las precauciones. Las plantas callo-
a - apenas se posaban en el suelo. Las manos extendidas
como antenas palpaban la tiniebla húmeda.
Tanteando las parecle llegaron al corredor del clor–
mitoT·io del pat1·ón.
\ 'aci]a¡·on lo indios. un miedo intenso recorrió sus
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