l!'ETIXAKDO CTIAYES
Dió unas cuantas v uelta . Puso en la boca un poco
de agua de un Yaso que también depo itó en la mesilla y
la a
rro.ióa l a ire desmenuzada en gotitas . La atomización
a!<qt:el·osa cayó sobre la llama. Chi pon-oteó la bujía.
1\uhlóse la ca ra de la augur.
_:_Malu-dijo-Blan cu si ha de de cubrir quién ha
muer lo
y
dónde han escond ido cadáxe re . E llos ca tie–
nen un lente que ele de Quito mi smo Yen todo . . ..
A
otro
L•rnj o tan han de preguntar. Andá escondé, porque ellos
ca han de buscar. han ele encontrar
y
han de castigar.
T
nterrumpióse la respiración fatigo a ele Gregorio.
La boca crispada
y
la a rruo·a acentuada daban a su faz
una exp res ión he tia!. Ko era de hombre la cara del Gre- –
g·on o .
La bruja le tuvo miedo.
- Corré taita Gregorio. Han de buscar
y
si hallan
ca han de matar.
P rof iri ó el indio una blasfemia. iranqueó la puerta
y
la ad iYin adora oyó el oniclo de u pie hollando el ras–
t roj o bañado ya en la luz d ifusa del amanecer.
--Mala noche-dij o. mirando los terrenos_
Retrocedió friolenta. d ió Yttelta a la llave, e arropó
en sus cobijas
y
trató de-
el
rmir.
Danzaban ombra en el tumbado com·ertido en lumi–
nosa pantalla; reproducían a e inatos, crímene horrendos
los cabrilleos ele los rayos de la esperma .
Se le ·encl av ijaron de horr or los dientes a la bruja y
pensó en el ca tigo . . . .
N
o pudo descansar más. Llamó
a l '[atí as . E n la compañía silenciosa .
y
humilde del casi
marido e encaminó a Torrehaja.
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