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PLA.'J'A Y
BRO~Ch1
<lad total de su ser. Rígido. sostenido por la energía vo–
litiva
y
la mano ele la hechicera que se suspendía abierta a
la altura ele la frente cle.l ·'sujeto''. le titilaron los párpados
y se le estremecieron los labios antes ele la hipn<)sis com–
pleta.
Quedó
clespué~
con los párpados cerrados. lo!:' labios
adheridos tenazmente a las m<Jndíhulas sepa-radas. entre las
que relumbraban los dientes. fruncido. cadavérico. el co–
lor aceitunado, los brazos lacios. inmóvil. frío.
-¡Habla !-exigió ele nue\·o la Encarna.
Comenzó el indio. Imperceptiblemente moYÍa la bo–
{:a violácea
y
espumosa.
-Gregorio
conquistó
al Ramón y a mí para matar al
patrón Raúl de hacienda. porque ha estado con la ::\lanue–
]a. Yo no quien) matar al patroncito <1ue es tan bueno.
Yo quiero ir a avisa¡· al mayordomo que :::1 Gregorio. el
Venancio
y
el Ramón
nm
a matar alniíio.
Yo no quiero rnatar. Yo no quiero matar ....
Yo quiero ir a aYisar al mayordomo ....
Estupefacta. horrorizada la nigromante, mandó.
-¿Qué más?
-Nada más .... Yo no quiero matar al niíio. Yo no
quiero ... Yo quiero avisar a mayordomo.
Y el ritornello pavoroso seguía brotando alucinante
de los labios del indio inani111ado. como de una cueva.
Era una voz ajena que salía de una cavidad inerte.
-¿A qué hora van a matar ?-inquirió.
-Para madrugada llama1·on al pot1·ero. Ya no más
ha ele ser.
-¿
CóiJlO van a matar?
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