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FERNANDO .CHAVES

pecho

y

le aplastaba. . . le aplastaba con peso imponde–

rable de sarcófago. Después. . . los polizontes le perse–

guían por las lomas peladas, sin escondites propicios. Le

ciaban caza como a una fiera en el páramo incendiado.

Le

capturaban, le sometían a tormentos indecibles hasta que

confesara el crimen inaudito. Cumplíase el castigo, un

castigo inmenso, superior a la resistencia humana ... Sen–

tía ·los huesos quebrantados,

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as carnes desgarradas, la

piel quemada, rasgada, rota ...

Un sudor viscoso le enfriaba las sien'es bajo las cua–

les las arterias vibraban con un ritmo alocado, presagiador

del estallido.

GrPgorio, Venan.cio y Ramón cometerían

el

crimen sin

él. Moriría el patrón. Su suerte ya echada no la alte–

raría nadie.

¿Por qué no iba el Juan a avisar a los patrones lo que

les sucedería? Puestos en guardia ellos, repelerían el ale–

voso ataque, y castigarían a los si·ervos pérfidos. Pero en–

tonces condenaba a sus hermanos, era irudigno de la con–

fianza de ellos, no merecía la convivencia con los demás

oprii1iido's ....

¿Y

por qué el patrón a;busó ele la Manuela? Por qué

los blancos no respeta·m a los

i~1dios

ni a sus afectos?

Justo era que le castigaran por su vicioso desenfreno.

¿Pero matarle? ...... .

No alcanzaba el cerebro del indígena a dilucidar ese

trágico acertijo.

Una luz de cordura le alumbró. Lo conveniente era

consultar a la bruja.

X

a la casa de la arúspice iroclia resolvió dirigirse.

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