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PLATA Y BRONCE
Se enderezó en silencio, con felina cautela. Su mujer no
le sintió.
Abandonó _la choza y desatentado, como loco corrió
hacia la hondonada ·en que se levat111:aba la casa de la in–
dia. La desesperación le excitaba tableteando en su oí-
dos frases conminatorias ...... .
Separada de todas, · en el centro de nn terreno grande
y ya cosechado- las zarapangas se amontonaban en
cuatro altísimas pilas en las esquinas del rastrojo-la ca–
sa de la Encarna era la única ele la pequeña depres ión (nte
semejaba una arruga de la falda del monte altísimo y cu–
bierto. siempre de nieve.
A
paso de lobo se aproximó el indio.
Traía el pecho fatigado ele la marcha acelerada. Dos
horas caminó sin descanso.
La casa sumíase en. si·lencio.
~
i un rumor.
bía perros como en todas las casas de los indios.
drosa fama: le ponía a cubierto
d~
robos.
No ha–
Su me-
Un corroedor con dos puertas al fondo y dos habita–
ciones laterales formaban la casa. En el cuarto ele la de-
recha dormía mama Encarna.
Golpeó con los nudillos. Sigilosamente.
Nadie respondió al reclamo.
Insistió más fuerte.
-Imata ?-contetó una voz de hombre semidormido.
-Quiero h<1hlar
C0'1
mama Encarna-reruso Juan.
-Espera.
Se abrió la puerta de maderas sin pulir, y un indio
embozado en su poncho llenó la rendija.
-Entra.
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