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hol.

PLA'l'A Y BRONCE

La Rita averiguaba a la Matilclc.

-¿Qué habrá sido ele la maestrita?

-No la vi-replicó la hermana presa aun del alco-

-Capaz haber sido la tonta ele irse a la casa ele ella,

a pie. haciéndose la que le desprecia al patrón Rugo.

-¿Y si no le quiere?

-Mas que nunca. Unos hombres tan r.icos y tan

generosos acaso hay siempre .... Y qué tiene pes. Hoy

o maiíana .....

-Ella sabrá. Si no le gustó el señor Hugo qué que–

ría que haga?

La Matilde, sensual, viciosa disculpaba, comprendía

que otra no lo fuera. Saciada. repleta ele animalidad la

Rita creía que todas debían complacer a los patrones.

Y .no se explicaba la resistencia sino con1.o una forma de

torpeza, porque ella nt.nca la nwstró.

De niña se vendió a un mercachifle ambulante, a un

turco que fue al pueblo, a cambio ele unas joyas falsas.

Su carne firme ele mujer campesina había sido muy sa–

boreada. Por los transeuntes ricos y los donjuanes ele

la aldea. Los melindres virtuosos a ella le daban tufo

de engaño.

-Agradecerále al niño Raulitq. Dirále que nos lla–

me no más cuando nos necesite-les oyó decir Don Anto–

nio, al arrear colérico los caballos del patio de las Antú–

nez para vol ver a "Rosaleda".

Rezongando un ¡hasta la vista!, se perdió en la ca–

llejuela estrecha y pina, con un ruido atroz ele

herraduras~

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