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.l!'ER:\'ANDO CHAV1'JS

Yacio ilusorio. Cuando nos acanctan, cuando nos miman

apasionadas. no hacen sino recordar al otro, al prófugo de–

f init iYo

- E sos moldes rechazarían las cualidades no afines

cc-n las del arquetipo. teorizante extraño del amor.

-Las rehusan. primo. Te aman a tí. después que

a otro, porque las. recuerdas. con más o menos fidelidad,

un rasgo del amante ya ido.

N

o importa si físico o de

alma. Cuando discrepas mucho, o la similitud fue ficti–

cia. se cl esp:den sin dolor, sin piedad, casi estomagadas.

-Sería de saber siempre cual fue nuestro antecesor

pai·a imitar sus facciones espirituales.

- S i . Eso proporc: ona tri un (os pasajeros a los di–

lettantes del erotismo. Pero la mujer tiene un seguro

instinto. una exqui si ta

brú~

ula moral para encontrar el

·'qu ilate rey" de un ho;Dbre . No se las puede engañar

nmcho tiempo . Nuestras brusquedades inoportunas nos

ponen al descubierto, sin velos, ante sus ojos expertos.

- Realmente. E n el amor la mujer se desnuda · el

cuerpo y cubre con densos peplos el alma. El hombre,

en cambio. expone su espíritu a la apreciación sagaz de

un juez infalible

y

s;n flexibilidades injustas.

-Cuando nos iremos de ,aquí .....

,\ la di s tancia se oían los cantos quichuas de los in–

dios que pasaban en filas apretadas camino ele los

huasi–

pttngos

que incrustaban sus rectángulos pardos allá

en

los campos ele oro.