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l"ERXA~TIO

CHA\'El$

-La noche era muy escura, n,mo.

Sólo que por la

tapias hayan e:1trado. Como son bajas ..... Pero ha ta la

sal'a no ha ido naides, ilo Raúl. Yo mismo hey estado dan–

do las vueltas por ahi

y

no hi vi to nada.

-Pues yo he visto una rara y he oiclo una risa .....

-Dios me libre, niíío ....... El cholo se santiguaba.

¿

De quién sería?

-Eso es lo que desearía s2ber.

-Antonio,

¿qué fue ele Celina?

Cómo pudo esa

muchacha

fugar

ele la hacienda eti semejante, noche?–

intervi no H ugo.

-Yo oí sus pasos al rato que salió de la sala.

Pero

no le vide. Cro que saldrían al camino y se ha de ber ido

~1 pueh~o.

¿Será a la 'llliña Celina que le ha visto el patrón

Raúl?

-No era ella.

-Perdón. niños. Tengo que preparar las mingas pa-

ra

.el

corte de trigo ele la otra semana. Me voy, patrones.

-Ancla. querido !\ntonio. murmuró Raúl.

Tan pro,nto como se apartó e·l viejo. recomenzó Hugo:

-Yo en tu lugar no hacía el menor caso de esos ojos

y esa ri sa que cada vez creo más que n.o son sin<;> una fic–

ción tuya. No estabas borracho?

-Borracho. sí ; pero no tanto como para no distinguir

una sensa-::ión real ele una falsa.

-Nunca sabe uno hasta donde está consciente cuando

!ngiere lkor. Los límites. en todas las cosas, no son se–

~uros,

claro .

lVIenos en las espirituales.

-

o seas necio. H ugo. Tengo .un miedo subterrá–

neo ele no se qué ....

-Te has olvidado de las frecuentes parrandas anti-