![Show Menu](styles/mobile-menu.png)
![Page Background](./../common/page-substrates/page0158.jpg)
l"ERXA~TIO
CHA\'El$
-La noche era muy escura, n,mo.
Sólo que por la
tapias hayan e:1trado. Como son bajas ..... Pero ha ta la
sal'a no ha ido naides, ilo Raúl. Yo mismo hey estado dan–
do las vueltas por ahi
y
no hi vi to nada.
-Pues yo he visto una rara y he oiclo una risa .....
-Dios me libre, niíío ....... El cholo se santiguaba.
¿
De quién sería?
-Eso es lo que desearía s2ber.
-Antonio,
¿qué fue ele Celina?
Cómo pudo esa
muchacha
fugar
ele la hacienda eti semejante, noche?–
intervi no H ugo.
-Yo oí sus pasos al rato que salió de la sala.
Pero
no le vide. Cro que saldrían al camino y se ha de ber ido
~1 pueh~o.
¿Será a la 'llliña Celina que le ha visto el patrón
Raúl?
-No era ella.
-Perdón. niños. Tengo que preparar las mingas pa-
ra
.el
corte de trigo ele la otra semana. Me voy, patrones.
-Ancla. querido !\ntonio. murmuró Raúl.
Tan pro,nto como se apartó e·l viejo. recomenzó Hugo:
-Yo en tu lugar no hacía el menor caso de esos ojos
y esa ri sa que cada vez creo más que n.o son sin<;> una fic–
ción tuya. No estabas borracho?
-Borracho. sí ; pero no tanto como para no distinguir
una sensa-::ión real ele una falsa.
-Nunca sabe uno hasta donde está consciente cuando
!ngiere lkor. Los límites. en todas las cosas, no son se–
~uros,
claro .
lVIenos en las espirituales.
-
o seas necio. H ugo. Tengo .un miedo subterrá–
neo ele no se qué ....
-Te has olvidado de las frecuentes parrandas anti-