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PLATA Y
BRO~CJ-)
rebeló en ella contra la pusilanimidad de la fuga . En–
trevió que aunque cambiara el ambiente los escollos sub–
-istidan. El hombre persigue a la mHjer perpetqamente.
Y ese imperativo de la especie que condenó como injusto
al principio. se hizo natural a sus ojos de razonadora.
No se· resignó por eso a dejar ele creer que ellas, las
maestras debían ser intangibles.
Resolvió quedarse. Su voluntad indomable. acreci–
da por los
idealiS!1~os
librescos. no podía quebrarse en el
primer chdque.
~Iiedo
ella de esos hacencla!clos licen–
ciosos
y
burdos ..... De esos linajudos que hacen con–
sistir su hidalguía
et~
el atropello ele mujeres solas .....
Ella se quedaba. Aislada. como un lozano arbusto
flore:;:do, resistiría el ímpetu del río ele lascivia que le se–
guía ntm6roso.
pe
esa inundación ·sacaría las hojas lim–
pias, las flores más lustrosas
y
la savia-el a.lma-más
alta. más templada.
Su decisión cortaría los crapulosos seudópodos del pul–
po con que su imaginación representaba a Rugo.
Resuelta. pura y libre la virgen labradora ele los sur–
cos feraces de una tierra espiritual mugrienta y dura, se
quedó dormida.
Sus rizos le formaban aureola. El foete fingía va–
gamente un cetro entre sus mano; dulces. leves.
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*
*
El Gregario y el Venancio al salir de la hacienda
fuer_on a juntarse con el RamÓn·
y
el
Juan en un potrero.
E:stos dos indios después de ayudarles a penetrar en la
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