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los millares de piezas de alfarería con que cuentan los museos de Lima,

no hemos sabido descubrir indicio alguno que pueda orientarnos so–

bre la época y el origen. Los arqueólogos unanimement e r econocen

;que dichas urnas son frecuent es en c-ementerios de

'1a

región guaraní.

Queda satisfecha así la curiosidad inveEtigadora en cuanto al área

d-e di·spersión ·dentro del t erritorio argentino, pero como el .problema

no se circunscribe a lo geográfico local, queda en pie el enigma de

la procedencia. (10).

En 1893, Adán Quiroga, que había recorr ido las provincias dia–

guitas y comparado los o·bjetos

recog~dos

en sus exiploraciones, pre–

sentía, igualmente, influencias extrañas en la civilización autócto.na.

En una de

füS

obras (11) decía: "distintas familias sudamericanas

~

parece que han poblado el país. Es de sospecharse que tribus análo-

gas en raza a las del !Chaco, hayan penetrado en épocas remotas,

a ·los valle catamarcanos, y acaso dos o más de estas tribus. La len–

gua kakana, sin duda, es de las del tipo del Chaco, familia Abipona.

La cr aneología r e ito, acu a gran mezcla de t ipos, y muchos de los

cráneos qµe la t ier ra ha conservado hasta hoy ostentan deformación

artificial, aimarítica o pu<I,uina.

onviene :hacer notar que la palabra

Catamarca tenga r aducción del ai'mará : Catan es pequeño y marca es

pueblo, eomo Cajamarca en Perú, Machamarca

ueblo de la cueva,

Adinamarca y otros. Es indudable de la misma manera que se encuen–

tran cráneos de tipo araucánicos. La inhumación de cadáveres en

tinajas de lo que también se han viEto tantos casos en el país, es cos–

tumbre guaranítica que aún dura. La prueba concluyente de la

diversidad -de razas que han poblado nuestro Calchaqui, está asimi.s–

mo en los nombres de los lugares, ·los que tienen etimológicamente

considerados, orígenes diversos, siendo un hecho evidente que respon–

den a cinco lenguas : araucana, quichua, aimará, tonocote y kakana".

(10)

En

1907.

a pedido del Sr. Lafone Que–

vedo, realizó

el

Sr. Outes el estudio de algu–

nas piezas diaguitas de Catamarca conservadas

en las colecciones del Museo de L a Plata per–

tenecientes en su mayoría al estilo de Santa

María, pero no señaló afinidades. Es su análi–

sis

uno de

los más

precisos

que

existan

sobre Ja materia. Véase "Anales del Museo de

La P lata" segunda serie, Tomo 1, año

19-"7·

Por

los años

1907

y

1!)08

Don Carlos Bruch

practicó, por encargo del Museo de La Pla–

ta, una exploración arqueol ógica en

la pro-

vincia

de Catamarca

y

en Ja región mon–

tañosa

de

Tu.cumán. Descubrió

varias

ur–

nas de Santa María fuera del valle mismo,

además, pucos y yuros con análogas decora–

ciones. Su trabajo es de gran valor por la mi–

nuciosidad de su ejecución, por el material ar–

queológico recogido y por las amplias ilustracio–

nes de los pueblos antiguos y del medio físico

estudiado. Véase Biblioteca Centenario de

la

Universidad de La P lata: Tomo V, año

19n.

(11)

"La epopeya de las cumbres"

R.

M. L. P.,

Tomo V, año

1893.