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dal, hoy como entonces, acudiendo a los libros y a las colecciones pu–
bJicas en que ellos la dejaron expresada. Sus interpretaciones peri:io–
na:les son dis·cutibles. Algunas han caducado y quizás
otr.asmueran,
tan pronto como
'la
verdad las descarte, ·pero los frutos por ellos reco–
gidos son como los elementos de la naturaleza, eternos en el provecho
rde su renovada germinación.
Los resultados de las últimas. búsquedas practicadas en Amé–
rica han suministrado frescos elementos grálficos comparativos y
permi•ten con niás comodidad •que antes particularizar las concordan–
cias ·existentes entre las ·culturas ,propias
y
las ajenas. No obstante,
desde que aquellos trabajadores de vanguardia abrieron las primeras
huacas, sospecharon la verdad, advirtiendo sagazmente ·que en los
valles, ·por eHos llamados calchaquies, gravitaban s01hre las civilizacio–
nes autóctonas, influencias extranjeras.
Fueron don Francisco P. MIOreno
y
el Mus eo de La Plata, que él
fundó, donándole generosamente sus propias colecciones, qui.enes im–
pulsaron las .p:uimeras campañas. En un artíicul-0 de la "Revista"
que resumía sus propósiiíos (4) intentó señalár las fuerzas hetero–
géneas a las que él atribuía ¡:p:ieexistenci en e t erritorio argentino.
"La filiación
los hombres
y
de fas sociedades antiguas de
este continente, en/Cuan o a us relaciones
interconitinental ~s
entre
el Norte y el Sur, no es menos complicada. La cronología demuestra
con toda evidencia lo mismo que la arqueología
y ola
lingüística, que a
la República Argentina llegaron hombres desde Norte América. Los
antiguos habitantes de los pueblos del Sud-Oeste de Estados Unidos,
han traído ,gu industria y sus costumbres hasta Patagonia casi, o los
de esite punto llevaron hasta aquel, ·pr01b1'emas prhistóricos aún no
resueltos. En la provincia de Buenos Aires hemos recogido
y
están
depositadas ·en este Museo, antigüedades aztecas, auténticas sin duda
alguna. Las razas del antiguo Perú ,han dejado igualmente aquí
"in–
mensos vestigios. Por el lado -del Oriente, por el Brasil
y
Paraguay,
(4)
En
1877,
siendo Vicente Quesada Ministro
de Gobierno de
la
Provincia de Buenos Aires
y
Roque Saenz Peña y Jacinto Arauz, Presiden–
tes del Senado y de la Cámara de Diputados,
se sancionó una ley por la que se autorizaba al
P oder Ejecutivo, entonces en manos de don Car·
los Casares, para aceptar la donación del Mu–
seo de don Francisco P. Moreno. En
18go
se
autorizó a su Director a editar los " Anales"
y la "Revistan, Estas publicaciones, con·
\
juntamente con el "Boletín del Instituto Geo–
gráfico Argentino" (más .adelante B.
I.
G. A.)
y los "Anales de la Sociedad Científica Ar–
gentina" (más adelante A. S. C. A.) acogie–
ron todo trabajo relativo a a rqueología, hi s–
toria primitiva, lingüística y
antn;>pología,
Condensan así, en sus páginas, .!a abundan–
te literatura científica de la época. E l ºtraba–
jo al que nos referimos apareció en la " Revis–
ta" citada. Tomo
l.
pág.
50.