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tipa
(Q.), alfiler grande y
tipa-tipa
(N. Z.), tatuaje, recibe dilucida–
ción y fundamento al conocerse la otra
tuhi
y
uhi,
voces Maorí, que
significan, respectivamente: tatuaje y alfiler para hacer punturas.
Acabamos de afirmar que, a pesar de las dificultades anotadas, el
resultado ha superado nuestros cálculos. Palavecino ha podido basta
ahora discernir la dependencia radical de la tercera parte de los vocablos
que forman la
lengu~
quechua, del tronco polinesio, tal como es posible
determinarla mediante el cotejo con la lengua que se habla en las dos
islas de Nueva Zelandia (idioma Maorí), que representa el más com–
pleto idioma polinesio que se conserva en la actualidad.
§
8. Esta, sin embargo, no es la sola prueba que entendemos pre–
sentar para la demostración de que el Quechua es una lengua introdu–
cida al continente americano por inmigrados de Oceanía.
U na segunda categoría de testimonios está constituída por los vo–
cablos culturales
(Kulturworter),
que demuestran, además de
la
pura–
mente idiomática,
la
p_rocedencia de
instituciones, armas, costumbres,
instrumentos y técnicas características. Tales son, por ejemplo, los nom–
bres de la insignia del grupo totémico,
huaca;
del cbamán,
umu;
del
príncipe o jefe,
awki;
del administrador civil, curaca; del emblema or–
namental del poder,
kahua;
e
la
nobleza o casta dirigente, formada
por gente de armas,
Ingas;
y
por ellos queda suficientemente definido
el estado
y
la organización peruana del período llamado incaico.
No creo del caso insistir en os
Kultiurworter
del arte
ilitar, del
adorno
y
la indumentaria, como
tupa,
el prendedor, y
ajsu
Iia
túnica
(que aún hoy día sobrevive con este nombre en Sudamérica), ni los
nombres de plantas y animales, que circunscriben los conocimientos de
la
vida económica
e
industrial, cuyo ejemplo nos proporciona la voz
totora
(Q.), correspondiente en Nueva Zelandia a distintas variedades:
totora-ene,
literalmente "totora de
tierra",
y
totoro-iti,
totora di–
minuta,
(Dracophilum strictur;n
del botánico).
§ 9. La tercera clase de comprobaciones está resumida en el ha–
llazgo de un hilo conductor capaz de romper el aislamiento etno y geo–
gráfico en que vendría a encontrarse el sistema de concordancias esta–
blecido por el glosario comparado Quechua-Maorí, si se dejaran los dos
jalones extremos sin evidenciar vinculaciones y
lazos. El idioma de
Rapa-nui, o, para ser más exactos, las superposiciones canacas que aflo–
ran en el complejo patrimonio lingüístico de esta isla, forman un anillo
suficientemente próximo, en el espacio, para unir el área americana al
área oceánica de la vastísima familia. Algunos ejemplos serán suficien–
tes para señalar de qué manera la misteriosa isla triangular del mar Pa-
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