ADDENDA
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el cuerpo del volumen, la cual hizo ya muy clara la presencia de líneas
de dependencia lexicológica dispuestas entre Asía y América en el sen–
tido aproximado de los círculos paralelos, el señor Palavecíno, al que
dicho jalón había producido legítimamente igual impresión que al au–
tor de estas líneas, fué llevado por sus azarosas lecturas a poner la mano
sobre la equivalencia
puhara
=
pukará,
por cierto no menos asombro–
sa, yo pensé que no sería tan fácil completar el éxito con u'n cuerpo de
correlaciones de una cierta importancia.
'
Las razones se me presentaban muy obvias. Por una parte la difi–
cultad de encontrar buenos léxicos. En segundo lugar, la diferencia de
transcripción ortofónica de los varios autores, que han empleado en sus
vocabularios la grafía inglesa, italiana, francesa y española, haciendo a
menudo irreconocibles los sonidos más afines. Además, la existencia de
numerosas pronunciaciones, a veces irreductibles para nuestros órganos.
En tercer lugar,
y
sobre todo,
la necesidad de trabajar con material lin–
güístico actual, es decir, con dialectos abundantemente diferenciados y
hablados por los varios pueblos en el día de hoy. Quien conoce la va–
riabilidad de un idioma vivo, en la fonética, en la morfología y espe–
cialmente en la semántica, cuyas leyes llev:an (recuentemente un yocablo
a significar con d tiem
e-1 concepto opuesto, o, por
~ropos
y figuras
a veces muy caprichosas, 1ron e
~os
que son todavía más indiferentes
uno al otro, comprende que debía resulta me easi temei;ario
el
propósito
de establecer en gran úme
i;elaciones entre Ía lengua quechua y la
maorí. Sean cuale quiera as vinculaciones que unen a los- Peruanos que
emplearon inicialme t
l babia queGbua, con los habitantes
a~tuales
de
Nueva Zelandia - y muy aventurado sería suponerlas directas, en el
sentido, por ejemplo, que se admite para Latinos y Protoarios - es in–
discutible que los Quechuas han perdido todo contacto con la respectiva
fuente lingüística al menos desde seiscientos años, mientras que los Mao–
rí han continuado por más tiempo viviendo en dependencia de uno de
los troncos originales, trasladándose después, mediante una migración
que entra en el radío de la
bí~coría,
alrededor del siglo XVI, para ocu–
par las dos islas, cuya naturaleza y situación, junco con la flora y fauna,
debía ofrecerles, con sus singularidades, sobrados determinismos de va–
riación.
Sin embargo, el resultado del Sr. Palavecino desmintió todas mis
previsiones, y rebasó abundantemente las esperanzas de ambos.
§
5.
No todo el material está reunido, ni todo utilizado. Faltan,
por ejemplo, las muchas correlaciones que, por tratarse de palabras com–
puestas, serán reconocidas tan solo mediante un análisis más reposado.
Para considerar un ejemplo de esta naturaleza, observemos la voz
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