Table of Contents Table of Contents
Previous Page  423 / 470 Next Page
Information
Show Menu
Previous Page 423 / 470 Next Page
Page Background

LENGUAS MELANESIAS

361

<lujeron al Perú ese idioma. Sus huellas siguen visiblemente el camino

dibujado por el círculo 20° de lat. Sur, ejerciendo lateralmente una es–

pecie de atracción sobre los elementos culturales de Samoa y Tonga, y

estableciendo etapas en Rarotonga, Rapa, Rapa-iti

(o pequeña Rapa)

y Rapa-nui (o grande Rapa), cuya toponomástica constituye por sí

sola un esquema de itinerario. La influencia septentrional de las Mar–

quesas conserva

sobie

la ruta directa una cierta intensidad, como la del

grupo más cercano de individualidad ponderable.

Con estos apuntes no me propongo dar por resuelta la procedencia

de la inmigración, {>roblema que supone el conocimiento de otros ele–

mentos que no procede tratar en esta nota. Espero tan solamente que

el lector adquiera una orientación general al querer ubicar el Quechua,

lengua oceánica hablada en el macizo andino, en el cuadro más vasto

presentado por los idiomas de carácter polinesio hablados en el Gran

Océano, sin prescindir de los determinismos que establece su posición

geográfica y las relaciones y divisiones de esa unidad idiomática.

§

12. Como el lector habrá ya entendido, por los numerosos

distinguo

que ha encontrado en esta exposición, no todos los

materfa~es

lin,güís–

ticos del área examinada son genuinamente "polinesios" . Hemos siem–

pre insistido,

especialme~te

nablando

de

Rapa-nui, en el hecho de que

en algunos lugares el elemento lingüístico canaco representa una super–

posición.

Además, en cada uno de

os grupos de islas, la lengua contiene,

prescindiendo del material común a toda la extensión polinesia, tam–

bién un cierto número

e formas individuales, y esto se explica perfec–

tamente con la diferenciación por aislamiento. En el archipiélago Hawai,

por ejemplo, los lingüistas de la meritoria institución etnográfica de

Honolulu calculan que los elementos peculiares a esas islas constituyen

el 30 por ciento de la cantidad total (Macmillan Brown, pág. 25).

Nadie osaría suponer que la misma diferenciación dejara de pro–

ducirse en el Perú, ocasionando un elevado porcentaje de formas espe–

ciales y lugareñas. El camino histórico divergente del Quechua y el Mao–

rí haría, lógicamente, esperar que la dificultad de establecer correlaciones

fuera casi insanable. De ello ya hemos hablado en el

§

4.

Lo que deseo consignar en este lugar es el hecho de que un isleño

de Samoa o Tonga se encuentra, con relación a las palabras del idioma

peruano cuya formación es netamente canaca, en las idénticas condiciones

de todo habitante de Polinesia que recorre las islas desde Honolulu hasta

Wellington (es decir, por un trecho de ocho mil kilómetros), cuyos dia–

lectos le resultan perfectamente inteligibles, una vez acostumbrado el oído

-

29