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REACCIÓN ESCÉPTICA

261

Quien conozca más o menos a fondo

el

corazón de los hombres,

no necesitará mucho esfuerzo de imaginación, para prever que el empleo

dE'

tan cautelosas prudencias por parte de los americanistas rigurosa–

mente "científicos", debía escandalizar a los muchos espíritus impacien–

tes e imaginativos. La prudencia fué interpretada como cobardía,

la

lentitud de resultados como impotencia espiritual. Y en una cierta me–

dida, aunque sea triste reconocerlo, están en lo cierto. En realidad,

la

volcánica enunciación de teorías descabelladas, por parte de 1os america–

nistas fantásticos, no pudo evitar de producir, en algún investigador de

la falange opuesta, un efecto igualmente dañino, la exageración de incre–

dulidad. Es el resultado inevitable de toda reacción.

En la cuestión "antigüedad", vemos, así, a un escritor que ha con–

sagrado su vida a estos problemas, proclamar con serena convicción que

la población de América es del todo reciente. Entiendo hablar de Henry

Vignaud (

12) .

Los hombres, según el malogrado presidente de la "So–

ciété des Americanistes de París", habrían llegado a América cuando los

pueblos clásicos de Africa y Asia ya habían grabado sus nombres en los

anales de

la

historia. Antes de esa fecha, que en

la

crónica de

la

vida

mundial casi no puede

lamarse

ayer,

el cont,inepte estaba des abitado.

Vignaud acepta en un todo la doctrina de Hrdlil;ka (

13),

quien

como ya dijimos, determina

la

:r_ocedepcia de los pobladores y

el

itine–

rario de la migración: aquella, desde las regiones hiperbóreas del Asia

mongólica, alrededor del lenise-y, y ésta, por el estrecho de Behring.

U nicamente, e

c

entra Vignaud excesiva la época establecida por el

antropólog • oficial de Washington, y, a su vez, estima necesario reducir

los 1O. 000 años de que

abla Hrdlil;ka, a una cifra mucho más mo–

desta, que no

indic~

con precisión, pero que no se aleja de tres o cuatro

milenarios a partir de hoy.

En realidad, las opiniones de Hrdlii;ka, de Holmes (

14) ,

y, con ma–

yor razón de Vignaud, deben ser consideradas como excesos de

la

reac–

ción contra otras doctrinas opuestas, igualmente excesivas. Estas doc–

trinas consistieron, por una parte en traslados de lagos y tierras, y otros

cataclismos vagamente atribuídos al fuego central o al levantamiento de

los Andes, que se pretenden contemporáneos al hombre americano, y

por

la

otra parte, en

la

manera singularmente impropia y apresurada

( 12)

VIGNAUD, Henry. -

Le pcobleme du peuplement

initial de

l'Améci–

que(

en " Joorn. de la Société des Amer. de París", XIV ( 1922), p. p. 1-63.

( 13 )

HRDLI<;KA,

Ale~.

-

The genesis of the Amer. indian,

en "Proceedings

of che XIX intern. Congr. of Americanists". Washington ( 1,917), p . 556.

(14)

HOLMES, W. H . -

Handbook of Abotiginal Amec. Antiquities,

Pare.

I ,

en "Smichsonian Inst. Boreao of Am. Etbnol.",

LX

Boll. ( 1919) .