REACCIÓN ESCÉPTICA
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Quien conozca más o menos a fondo
el
corazón de los hombres,
no necesitará mucho esfuerzo de imaginación, para prever que el empleo
dE'
tan cautelosas prudencias por parte de los americanistas rigurosa–
mente "científicos", debía escandalizar a los muchos espíritus impacien–
tes e imaginativos. La prudencia fué interpretada como cobardía,
la
lentitud de resultados como impotencia espiritual. Y en una cierta me–
dida, aunque sea triste reconocerlo, están en lo cierto. En realidad,
la
volcánica enunciación de teorías descabelladas, por parte de 1os america–
nistas fantásticos, no pudo evitar de producir, en algún investigador de
la falange opuesta, un efecto igualmente dañino, la exageración de incre–
dulidad. Es el resultado inevitable de toda reacción.
En la cuestión "antigüedad", vemos, así, a un escritor que ha con–
sagrado su vida a estos problemas, proclamar con serena convicción que
la población de América es del todo reciente. Entiendo hablar de Henry
Vignaud (
12) .
Los hombres, según el malogrado presidente de la "So–
ciété des Americanistes de París", habrían llegado a América cuando los
pueblos clásicos de Africa y Asia ya habían grabado sus nombres en los
anales de
la
historia. Antes de esa fecha, que en
la
crónica de
la
vida
mundial casi no puede
lamarse
ayer,
el cont,inepte estaba des abitado.
Vignaud acepta en un todo la doctrina de Hrdlil;ka (
13),
quien
como ya dijimos, determina
la
:r_ocedepcia de los pobladores y
el
itine–
rario de la migración: aquella, desde las regiones hiperbóreas del Asia
mongólica, alrededor del lenise-y, y ésta, por el estrecho de Behring.
U nicamente, e
c
entra Vignaud excesiva la época establecida por el
antropólog • oficial de Washington, y, a su vez, estima necesario reducir
los 1O. 000 años de que
abla Hrdlil;ka, a una cifra mucho más mo–
desta, que no
indic~
con precisión, pero que no se aleja de tres o cuatro
milenarios a partir de hoy.
En realidad, las opiniones de Hrdlii;ka, de Holmes (
14) ,
y, con ma–
yor razón de Vignaud, deben ser consideradas como excesos de
la
reac–
ción contra otras doctrinas opuestas, igualmente excesivas. Estas doc–
trinas consistieron, por una parte en traslados de lagos y tierras, y otros
cataclismos vagamente atribuídos al fuego central o al levantamiento de
los Andes, que se pretenden contemporáneos al hombre americano, y
por
la
otra parte, en
la
manera singularmente impropia y apresurada
( 12)
VIGNAUD, Henry. -
Le pcobleme du peuplement
initial de
l'Améci–
que(
en " Joorn. de la Société des Amer. de París", XIV ( 1922), p. p. 1-63.
( 13 )
HRDLI<;KA,
Ale~.
-
The genesis of the Amer. indian,
en "Proceedings
of che XIX intern. Congr. of Americanists". Washington ( 1,917), p . 556.
(14)
HOLMES, W. H . -
Handbook of Abotiginal Amec. Antiquities,
Pare.
I ,
en "Smichsonian Inst. Boreao of Am. Etbnol.",
LX
Boll. ( 1919) .