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ALBORES EN EL LABERINTO

necesario leerlos

y

citarlos

cum grano salis,

cuando interpretan mitos

indígenas, o establecen similitudes con las creencias

y

costumbres cristia–

nas, griegas, latinas

y

egipcias, pues en lo de las cristianas (6) más de

uno se deja arrastrar por un evidente espejismo religioso, en las clási–

cas (7) por la grandilocuencia, que tiende a amplificar aspectos

y

cir-

WILSON, MORGEN y BANCROFT, deberá ser ampliada con otros nombres, y extendida

a las regiones de Sudamérica.

Por el momento, como tiene la sinceridad de decirlo un escritor verdaderamente

honrado, E. G. HURTADO Y ARIAS. "es una especie de fe religiosa que suele tener como

evangelio la obra de algún cronista ; hay los partidarios de Montesinos, lo que juran por

Garcilaso, los que no discuten a Cieza de León ; cada cronista tiene un séquito de par–

tidarios que procuran, no verificar lo que escribió, sino imponerlo como la única ver–

dad" MlRROR (E. G. Hurtado y Arias):

Al margen de la Historia,

pág. 6,

(El

enigma incáico).

( 6) Recuerde el lector la interpretación de las cruces yucatecas, especialmente

la de Cozumel y Palenque, que pareció a los estupefactos españoles no ser otra cosa que

el emblema del martirio de Cristo, mientras las esculturas que la acompañan (caras

humanas en ero de soplar "ndican que ese se traca de representaciones de los cuatro

vientos, personificados, probablemente, para fines rogatorios. Así también se conside–

ró como efecto e anteriores predicaciones cristianas la

costumb~e

del "bautismo" de

inmersión, que no sale e u a ceremonia de pudficació

y

exorcismo,

Y

~s

seguido en

México por otra

<LG

' Q

o opuesta, la del fuego. Se vió una imitación diabólica de

la eucaristía en

fa

fiesta pe

u~na

del Situa Raymj, no co¡tociendo quellos etnógrafos

improvisados la universalidad de la ceofagia. Por lo que concierne

-al

diluvio universal,

consúltese 1 bibl"ografía consignada en mi noca del cap. XIV.

Mochos

O}_!'..O.S

ejem los podríamos traer a colación,

pe.ro

basca recordar al buen

padre LAS CASAS, quien, al descubrir la religión de los Mayas, fabrica -

según la

frase de RÉVILLE (pág. 227) - una trinidad divina, a la que bastaría cambiar los

nombres para obtener la trinidad católica.

AMEGHINO

(Antigüedad,

p. 20) hace agudas observaciones a propósito tanto

de las huellas de pié de S. Tomás (el Pay Zumé de los Tupí) , como de la supuesta cri–

murti.

(7) Un ejemplo evidente lo ofrecen las narraciones de los cronistas españoles

acerca del teatro mejicano, especialmente la del Padre ACOSTA. El · Dr. CAPITAN

observa muy justamente que la descripción del teatro de Cholula, por Acosca, nos per–

mite separar varias cosas que el célebre jesuita no vió ciertamente. En primer lugar no

había cal teatro, como edificio, pues se trataba de una dependencia del templo de Cho–

Jula dedicado a Queczalcoatl, ni fueron

represe~caciones

teatrales en el sentido que

dice Acosta, sino danzas y diálogos sagrados que formaban parce de un ritual. Tene–

mos muy fieles testimonios de esas ceremonias, especialmente en Ja crónica de un escri–

tor azteca, TEZOZOMOC, y es de notar que, según GOMARA, cantos y danzas eran se–

guidos por todos, sin distinción muy neta entre actores y espectadores. Finalmente, es

muy " español" aquello que afirma Acosca, que el público acudía al famoso teatro

después de la cena.

Agudamente puede observar Capitán, que los recuerdos clásicos

han ejercido su influencia sobre tales descripciones, y esto es muy natural en un com–

patriota de Lope de V ega. CAPITAN ET LORIN,

Le trauail en Amérique auant et

apres Colomb;

París 1914, pág. 100- 101.