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LUCHA DE MÉTODOS

Por suerte, hay otro amerícanismo.

Lo han elaborado hombres que proceden con cautela, midiendo sus

pasos, siempre dispuestos a luchar contra la obscuridad del tiempo y las

asperezas del terreno, pero nítidamente concientes de que hay que lu–

char todavía más contra sí mismo, contra el hechizo de las sugestiones

y la emboscada del sentimiento.

Nacido después del heróico, este americanismo crítico procede si–

lenciosamente, casi ignorado por el público, a veces también despreciado.

No. pretende descubrir de la noche a la mañana el

sésamo ábrete

de todas

las oscuridades que se han acumulado por circunstancias ineludibles,

y, también, a veces, por nuestros errores. Sin embargo está lentamente

acumulando, a su vez, sutiles capitas de conocimientos,

y

éstas se levan–

tan una sobre otra, milímetro por milímetro, en la esperanza de llegar

un día más arriba del montón de las sandeces.

El público, en general, no está dispuesto a seguir un crecimiento

tan lento. Su mentalidad, formada por el diario más que por el libro,

pleaban. para ello la cochinilla. Con especro a Ricci, ya hemos visto q,ue este escritor,

con el fin de sos ener su tesis, pone al valle del Eufrates en el Asia Central, pasa por

airo la presencia de infinitas especies de palmeras en América, niega que la viña hiciese

parte de la flora americana, cuando el primer nombre que tuvo América en una len–

gua europea fué Vinlandia, o país del vino; no advierte la enormidad de admitir

el

asno en América, lo que

orma un

co~olario

de su argumentación del

caballo=asno del

Este;

desconoce dflíberadamente que )os pómulos salientes y la pobreza del sistema

piloso en el rostro son características fisonómicas de los Mongoles, afirmando en cam–

bio que "son extraños en absoluto a la etnología

(sic)

asiática"; y, después de enunciar

que

los civilizadores "presemíricos" de

la Mesopotamia fueron Americanos, sostiene

que a ellos se debe la influencia, netamente "semítica", que transformó los cultos origi–

nario~

en cultos solares . ..

Para dar un ejemplo, por último, también de aquellos Autores contemporáneos,

o epígonos, que intentan sostener con nuevas argumentaciones los viejos edificios cons–

rruídos por americanistas desprovistos de método, citaré la comprobación lingüística

sacada a la luz por el Sr. Máximo SOTO HALL, al defender y apoyar las ideas del

pobre LE PLONGEON. Evidentemente, dice Soto Hall, los Egipcios no son otra cosa

que Mayas trasplantados a orillas del Nilo, y, entre otras pruebas de

igual calibre,

afirma que el mismo nombre NILO es un vocablot centroamericano, que significa "tran–

quilo", "agradable", "ameno".

Al llegar los Mayas frente al gran

río,

sobre todo al

ver las zonas que baña convertirse en un Edén gracias' a las inundaciones

-

dice tex–

tualmente nuestro americanista -

nada más natural que le diesen el nombre de N il.

Además de registrar la existencia de un río Ni! en Guatemala, observa que, después de

las peregrinaciones realizadas por los centroamericanos al

trasladarse a Egipto, estas

tierras debieron representar para ellos, sin duda,

"un sitio de paz, de complacencia,

ameno .. ."

SOTO HALL, M. -

De los posibles antecesores de

los

Egipcios,

en

"La Prensa",

Febrero 12 de 1925.

Todo esto suena mny bien, y nosotros estaríamos encantados en complacer al