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LUCHA DE MÉTODOS
la influencia de la teoría solar, no tan sólo en la obra de J. G. MÜLLER
(IV) sino también en la otra, algo anterior, de E. G. SQUIER (V).
Al clarovidente BRINTON, también en este renglón del
americanismo.
debemos una muy fundada y concluyente oposición a
las
ideas que
dominaban en su tiempo, condensada en su tratado (VI), ·que repre–
senta una sorprendente anticipación científica de las corrientes actuales
del pensamiento, y., según el juicio de J. WINSOR, (VII, p. 429), es la
primera obra documentada de la hierografía americana.
Y a en esa obra, desde cuya edición nos separan cincuenta y siete
años, formuló Brinton el concepto de que la doctrina solar como base
unívoca de
tod.aslas religiones, es un método inseguro
(
short and easy
method)
y unilateral (VI. pág. 141).
Pero no es mi cometido discutir aquí
la
teoría solar bajo el aspecto
teórico. Me cabe tan solamente hacer resaltar que un gran número de
personas no pueden entre nosotros, nombrar un vulgar petroglifo, sin
crear un verdadero sistema de invenciones míticas más o menos solares,
no obstante haber pasado ya medio siglo después que los estudiantes de
Dublin ·nventaron aquella broma memorable, en que, aplicando el mé–
todo mülleria o al nombre del profesor, éste quedó transformado por
encanto en un
ito solar. (VIII. p. 77). En efect0, Mth.LER
(=
moli–
nero) y Max
(maximus~
indican un "gran triturador de nubes", el sol;
el profesor llegó de Ale ania a Inglaterra, es decir, viajó al occidente des–
de el oriente,
fu' recrbido con mucha cordialidad; por fin, habitó Ox–
ford o "vado de bue es", o que imHca que se abrió el camino entre las
nubes, o "vacas del cielo"; todo exactamente como el sol.
No se necesita ser un erudito para tener noticia de otra docta carica–
tura, de principios del
800,
por la que un agudo bibliotecario de Agen de–
mostró que, con el método solar, una personalidad histórica recimte,
como Napoleón Bonaparte, quedaba convertida en una efímera perso–
nificación de Apolo o del Sol. (IX) . Y a nombramos, por otra parte,
la aplicación que hizo JENSEN (X) de este mismo método a la perso–
nalidad de Cristo, aunque, desgraciadamente, no con intención de hacer
bromas.
Volviendo a nuestro tema principal, ¿quiere el lector un ejemplo
edificante de tales extravíos, en asuntos americanos? Hay en Méjico una
personificación divina, a la que se ha atribuído el carácter de hipostasía
solar. Es Quetzalcoatl, el héroe sacerdote de Cholula. Se trata de una
personalidad mejicana equivalente a Bochica de Cundinamarca y a Man–
co Capac del Perú ; un héroe civilizador, que tiene sus puntos de con–
tacto con todos los demás héroes prometeicos del mundo, tales como
Huiracocha peruano y Pay Zumé guarany, y los clásicos Licurgo, Solón
y Rómulo. A estos
tesmóforos
se les atribuye unas biografías singular-