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LUCHA DE MÉTODOS
Véase además, el ejemplo de las culturas americanas de los centros
mayormente desarrollados, culturas que no fueron, en origen, tan
belio~
látricas como nos lo describen, con envidiable simplificación mental, los
te, la de unificar las varias leyendas diluviales del mundo con la narración de Noé y
del arca.
Científicamente hablando,
el
asunto del diluvio es una prueba más de las enormes
dificultades que debió vencer, para abrirse paso, la idea moderna de la "conver–
gencia". Piénsese que hasta ayer,
el
encontrar esparcidas por el mundo unas cuantas
versiones análogas entre sí, ha sido causa de tamaña sorpresa por parte de estudiosos
laicos
y
religiosos, aunque, en
el
fondo, la analogía se limita tan sólo a la narración
de la caída de aguas torrenciales, que hacen numerosas víctimas humanas, salvándose
un cierto número de hombres, que han recurrido a medíos varios, completamente
verosímiles y eficaces en el orden natural. Este fondo común resulta plenamente ad–
misible, y, puede decirse con LATCHAM
is based on strict geological trath,
ya que
sabemos que las oscilaciones del clima han producido en tiempos varios y en cada
región de la tierra fenómenos aluviales que han interesado hondamente, modificándola,
el
área de la convivencia humana, cuyos sedimentos hasta contienen, a menudo, osa–
mentas del hombre, arrastradas junto con la de los animales,
y
estas oscilaciones, o al
menos sus últimas palpitaciones, son un h echo relativamente no muy remoto. Natu–
ralmente, el exa en crítico de las fuentes hístóvieas que
se
!laman " rapicíóp"
y
la va–
luación de todos os fenó enos psicológicos que la acompañan, com fidelidad, me–
moria, du ación, Clíf
s·
ón
et simi ia,
obligan a no abusar en el sentido de la antigüedad
geológica, y a pdstu a una cronología recieJ¡te, alrededo' de lo tiempos que llamamos
protohistóricos, para no incurrir en el espejism_o de Edgar
Q
NE1f, el escritor más
optimista en la a u c1on
e
las leyendas, el cual no tuvo reparo en asegurar que las
narraciones edénicas (Paraíso terrenal, Eidaa del oro, e c.) _¡;espondeo a la memoria
visíva que el hombre había consen,ado, de la éspléndida vegetación de la tierra, antes
que se diferenciaran las estaciones ...
Contra la unidad
heliolítica
de E. Smitb, obran las mismas razones que impiden
a la etnografía moderna aceptar las leyendas diluviales como procedentes de un origen
común,
bíblico.
Las 23 leyendas estudiadas por ANDREE y WINTERNITZ, pertene–
cientes a
17
pueblos distintos del orbe, manifiestan tener, según los etnólogos, orígenes
distintos, y haberse formado en épocas también distintas.
Al
examinar las alteraciones
sufridas por las narraciones primitivas, encuentra Latcbam muy claras praebas de sobre–
posiciones posteriores, alófilas, como las del tipo "castigo de Sodoma y Gomorra"
según el texto bíblico (ejemplo: la versión arancana) . WINTERNITZ
y
LEHMANN
NITSCHE determinan la inflnencia de otro ciclo narrativo, relacionado con Noé.
Naturalmente, esta sobreposición de motivos, conciente o inconciente, ha influen–
ciado desde un principio las fuentes de que nos servimos, siendo hoy muy difícil re–
constrair la leyenda, virgen de contactos catequísticos.
En
el
Perú, por ejemplo, la narración diluvial, que puede leerse, según las fuen–
tes directas, en las páginas
5
0-5 3 de Lebmann Nitscbe, representa una de las versiones
más naturalistas, casi enteramente exenta de contaminaciones alófilas. Sin embargo,
el
celo de los eclesiásticos ha recurrido a otros argumentos.
Perú,
en su forma
Pyrr-hua,
con la significación arbirraria de "sol naciente", está en relación con
peroa
sanscrico
y
míQ
griego, lo que perm1nna reconocer en
ese
mito, a la manera Mñlleri.ana, una
personificación solar de Noé, qaien rovo en América un nuevo Ararat en los Andes,