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IMPORTACIÓN FENICIA

187

la industria de la púrpura fueron establecidas en varios sitios del. viejo

mundo por los primitivos Mediterráneos. Además . nosotros (la escuela

de Manchester) hemos establecido una relación entre estas artes

y

la

de

tejer, como también de extraer, trabajar

y

comerciar los metales, oro,

plata

y

cobre. En el nuevo mundo la industria de la púrpura está aso–

ciada con industrias similares" (39). De estas consideraciones Jackson

deduce la importación por parte de los

"Mediterranean sea

farers",

aunque no se llega a' comprender con claridad sí los

8aA.anoxQmotívri::~

Sídoníos o Tirios, diez siglos antes de Cristo, hayan introducido los

moluscos, o

el

secreto de romper las conchas para sacar el color ...

Ya es suficiente. lo que antecede, para que el lector se forme una

idea clara de las especulaciones de la escuela de Ellíot Smíth. Muy due–

ño, el lector, de suscribir,

y

lo creo justo, el lema de dicha escuela: que

el ·aesarrollo independiente, en los pueblos de América y las naciones de

la historia clásica, de elementos de cultura semejantes,

"is inconceivable".

Vea, sin embargo, sí· es el caso de invocar esta incompatibilidad cuando

se trata de elementos tan simples como son los cuatro que nos ocupan.

En rigor, las

invenciones

de que habla Jackson consisten en la facultad

de admirar el aspee o rel,uciente y nacarado de las peri1as, de dísoernír la

analogía erótÍ<i:a contenida en a forma de una

Cypraea,

o de soplar en

la concha del

Stromb

para recabar sonidos, o bien rompen un

Murex

con el fin de -utilizar la materia colorante.

De todos modos, aun pr_escindiendo de la actitud de e:x:cesivo opti–

mismo con que maneja los datos más elásticos

y

aún la simple posibili–

dad, recuérdese que Jackson no ha llegado a sus conclusiones siguiendo

¿qué más conforme a dicha corriente es la unidad de creación e invención, con las su–

cesivas series de mígraci.ones que pregona la escuela de Manchester?

Estamos todos acostumbrados a llamar dogmáticos a los que razonan de este

modo, tanto si esgrimen

el

silogismo de los Aristotélicos, como las "ternas" evolucio–

nistas.

Véase en qué otra forma el prof. Ellíot Smíth hace la defensa de su sistema. "Si

adoptamos - dice después de unas líneas - el modo de ver de aquellos escritores los

cuales consideran que estas costumbres

y

creencias análogas proceden todas .de una mís–

tica "unidad psíquica", entonces nos pondremos en

el

mismo nivel mental del indígena

australiano, quien cree que el niño

es

un espíritu que ha penetrado en el cuerpo de

la madre de manera misteriosa".

No es necesario insistir en lo inoportuno del parangón, cuyos térmínqs ni coin–

ciden, ni se asemejan a los de nuestro asunto. Tampoco se requiere mucha claroví–

dencia para notar, bajo

el

disfraz literario, un típico sofisma

"ad verecundiam" .

..

Seamos, pues, sin rubor, como el indígena australiano, sí se trata de acercarnos a la

verdad, o al mínimo er!or probable.

(39)

JACKSON, J.

W. -

Sbells as evidence ..•

(1917), pág. 27

y

síg.

í