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CAPÍTULO

XL

EL ELEFANTE EN AMÉRICA

uro domando: cbi ba insegnato ai Mafor a

nppre–

sentare l'clefante oei loro Karwar. quando l'elefante

é assolutamente sconosciuto in tutta la terca dei Papua? ''

Odoardo BECCARI,

Nuova Guinea.

Vieja y decrépita cuestton, es ésta del elefante en A:mérica, o, me–

jor dicho, la discusión de las pruebas aducidas para demostrar que en

tiempos antiguos e:idstieron en el cóntinente homb es que tenían fami–

liaridad con este paquidermo, del todo e:x;traño a la fauna americana

actual. La vieja discusión se encuentra repetrida más o menos extensa–

mente por todo a1p ogi-sta, hasta uestJros días. También Ameghino (

1)

~

la menciona. He {odido avenguar que las primeras noticias se remontan

al siglo XVI. Y a en Gregorio García leemos que Enrique Martínez, el

malaventurado ingeniero que intentó por primera vez el saneamiento

de la llanura de Méjico, al hacer las excavaciones de desagüe, encon–

tró una defensa de élefante (2). El hecho

fue

muy comentado, por no

conocerse elefantes en América.

La literatura argentina de principios de este siglo registra el hallaz–

go de un hacha esculpida, con una imagen elefantesca a guisa de adorno.

El instrumento, que es considerado como ritual, fué encontrado a catorce

kilómetros de Catamarca. Empezando por excluir que se trate del

Ele–

phas indicas

o del

E. primigenias,

porque sus restos son extraños a nuestra

fauna extingu

'i.da

, se ve Quiroga en el caso de afirmar que es un masto–

donte, y termina por asegurar que tenemos "un documento de primer or–

den para

el

estudio de la antigüedad del hombre argentino, mucho más,

cuando es claro que

el

artista no ha reproducido al fósil, obra imposible

(!)

AMEGHINO,

Florentino. -

Antigüedad del H.,

vol.

1,

pág.

71.

(2) GARCÍA, Fray Gregario. -

Origen,

etc., pág. 134.