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Jl.MéRICJ\ Y BABILONIA

un cnt1co europeo del escrito de Ricci ha señalado que

"l'Auteur parait

convaincu a priori de l'impossibilité, loin d'étre demontrée, que des

civilisations et des religions semblables aifmt une origine et une evolution

independentes"

(

1) •

Pero yo no he de hacer aquí una cuestión de principios, como

puede ser el rechazo de un postulado. Dejo completa libertad al Prof.

Ricci, de sostener que "si en dos o más religiones hay una ideación teo–

lógica y ontológica equivalente, realizada en un culto y liturgia afines,

esas religiones son o interdependientes o provienen de una fuente co–

mún" (2).

(1)

Ver

Scientia,

vol. XXXVI (1924), núm. CL, 10; pág. 288; recensión

dtl escrito del prof. Ricci publicado en

Verbum,

Septiembre de 1923.

(2)

Cuando en

lugar de un simple y vago "nexo de

ideaciones

religiosas"

como reza el postulado más general del mismo autor, se nos babia, como en esta

frase, más concretamente, de identidad en el culto y la liturgia, entonces con menor

facilidad puede objetar uno la ley de convergencia, o invención independiente.

Sin embargo, al decir "con menor facilidad", no be descartado como imposible

toda objeción, porque en este asunto nunca sabría uno excederse en prudencia. Véase

el caso de las Vestales, que en

orna, en el Cuzco y en Méjico se consagraban a man–

tener el fuego en

el

templo.

En Roma, como en el Perú, se las elige para

el

culto desde niñas,

y

viven en

una clausura monacal muy severa; deben conseiwarse vírgenes; se condena la que ha

pecado contra la castidad con la pena de muerte.

Pero hay más: 15ien conocido es el ceremonial que se seguía en Roma al tras–

ladar a la \lestal impúdica al

campus scelecatus,

para enterrarla allí en una fosa con escasos

alimentos.

bien,

la pena es idéntica, según Agustín DE ZÁRATE, en el Perú. Otras

identidades más: en Roma la vestal elaboraba con agua y harina una especie de torta,

mola salsa,

que se ofertaba a Vesta en ciertas fiestas; en el Perú la

Aclla

(así

se

!la·

maban las vírgenes del sol), fabricaba del mismo modo el pan sagrado, o

cuncu,

empleado en determinadas ceremonias. En Méjico y Yucatán hubo igualmente órde–

nes religiosas de mujeres consagradas al culto del fuego,

Cihuatlamacasque,

cuyo voto

las obligaba a cortarse el cabello, vivir recluídas y conservar la virginidad.

Resumiendo, hay en este asunto identidad del objeto del culto, del rito y

la

litur·

gia.

Pero nadie piensa en tener esta coincidencia asombrosa como prueba de la des·

cendencia directa de las religiones de América de la del Lacio.

De todos modos, para volver a nuestro tema, quiero aceptar sin reserva la fór–

mula de Ricci.

Fáltanos tan solamente aplicarla. Hay que demostrar esa identidad

de mito y rito, sino propiamente de liturgia, entre Perú y Méjico por una parte, y

el

Asia Anterior y la Gangética por la otra.

En el escrito de Ricci no encuentro ni una sola línea de esa demostración. Su

argumentación pasa de inmediato de la prótasis a la conclusión en la forma que sigue :

"Si en dos o más religiones hay una ideación teológica y ontológica equivalente, reali–

zada en un culto y liturgia afines, esas religiones son interdependientes o provienen

de una fuente común." "Si, pues, el pueblo monolítico de Tiabuanaco nos ha de–

jado señales seguras de que la idea central de su civilización era el culto solar, cabe

afirmar que este culto se ha originado con él y por

él

ha sido propagado a las civi-