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AMÉRICA Y BABILONIA

mía mongólica, identificable en sus más lejanas mestizaciones, y tan po–

pularmente conocida por sus variedades siberianas, china y japonesa,

y, a pesar del ya lejano parentesco, en los Búlgaros, Húngaros, Fineses

y

Turcos inmigrados a Europa, es hasta proverbial, por sus dos carac–

teres: pobreza del sistema pilífero y pómulos salientes. No de otra

manera se dibuja al "asiático" convencional, en todo el mundo.

Parece inexplicable que se baya intentado borrar estos hechos, me–

diante un artificio dialéctico, como el que emplea el Prof. Ricci.

Encuentro aquí, sin embargo, algo que me admira, y es la fuerza

de la fé. Quien tiene fé, puede caminar sobre las aguas, según el Maes–

tro. Desgraciadamente, para

la

seriedad de los trabajos de investigación,

sus efectos resultan funestos. La fuerza autopersuasiva de una tesis abra–

zada por un autor con entusiasmo, ofrece a veces un espectáculo de ca–

ducidad humana que no puede dejar de conmovernos. Hombres gra–

ves, adiestrados al estudio, y madurados en la disciplina del razona–

miento, han sido víctimas de tales espejismos.

La crítica es el solo

med~camento;

toda especie de crítica, la filo–

lógica y la histórica, la crítica alta, que descubre las variantes caligrá–

ficas y grama icale-s, y la crítica humilde y pedestre, que denuncia los

yerros megalíticos. Y pri cipalmente la autocrática, ese tesoro interior

que cabe llamar verdaderamente un don divino. Otra condición nece–

saria para la creaGión original es el trabajo personal, prodigado genero–

samente, pues no pue e haber síntesis sin análisis, y

la

vieja regla amo–

nesta que die_z años de análisis ofrecen materia para

U:Q

solo día de

síntesis.

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