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104,

AMÉRICA Y BABILONIA

dad, ante los hallazgos de fósiles de varias especies de caballos de la

Pampa, consignados en la copiosa literatura del asunto. ( 1).

Afortunadamente, para evidenciar el

absurdum

de la hipótesis de

Ricci, no es indispensable resolver

la

intrincada cuestión del caballo en

América. Es suficiente implantar

la

del "asno americano". Véase sí no

es cierto.

La locución de los Súmeros "asno del Este" evidencia que, al for–

marse la lengua súmera, ese pueblo conocía el asno,

y

vivía a contacto

(

1)

La hipótesis de la existencia,

en

tiempos históricos, del caballo autóctono,

en A111érica, esto es, prescindiendo en absoluto de la descendencia de los caballos desem–

barcados por Pedro de Mendoza, cuenta desde varios lustros con un ensayista convicto

y

tenaz, que pone al servicio de su idea sus conocimientos naturalistas y su habilidad

dialéctica, el señor don Aníbal CARDOSO, del Museo N ac. Bernardino Rivadavia.

Véase:

La antigüedad del caballo en el Plata,

1912 ;

Nuevos comp"robantes a pro–

pósito de la antig. del caballo en el Plata,

19 13 ;

Origen de la boleadora

v

·del caballo,

1916;

El

caballo indígena del Plat.i.

1924.

Sin e111bargo, nadie ha emovido los argumentos negativos consignados ya en

1883

por C. A. Piétrement,

en

las páginas

10 7-8

de su libro, seguidos por una pa–

ciente recopilación de datos históricos en todo el cap. XII de la misma obra (pág.

597-707) ,

Cronistas, conq istadores y exploradores están todos de acrrerdo sobre la

ausencia del caballo

Lo ue

es c

erro

e

i co wversible, después de las publicaciones de Bourmeister,

es

que en la Pampa han vilv'.1do varias especies fósiles, del género

Equus

y de

Hippi–

dium.

Os orne y

dekker sostienen que los caballos sudamericanos

se

extinguieron

al umbral del

~eistoceno.

Frenguelli los ha encol)trado basta más arriba de

ese

piso,

en el

querandmense.

Respecto a la historia paleontológica del caballo, según Lydekker, la extinción,

durante el oligoceno, del

Hyracotberium,

équido de Inglaterra, . evidencia que la entera

evolución, durante el terciario, se cumplió en América, riquísima en fósiles, especial–

mente el continente norte. De Norteamérica, antes de perecer, la cadena terciaria envía

una rama al continente Sur, la cual se extingue a la puerta del cuaternario. En cam–

bio, otro retoño enviado a tierra asiática, forma allí un verdadero tronco central, que

es el tronco de donde sale toda la familia equina, no excluídos los antecesores de los

géneros de Africa y Europa. Este cuadro de Osborn y Lydekker se fundamenta sobre

una cantidad -de comprobaciones, entre ellas la naturaleza evidentemente plástica de la

rama equina del Asia, creadora de gran número de géneros, subgéneros y especies ac–

tuales. Viceversa, aún admitiendo todos los interesantes argumentos del amigo Car–

doso, quisiera modestamente señalarle que la pobreza .de variación, de la supuesta rama

cuarternaria Americana, con su único tipo equino termina! (cuya constitución, por

extraordinario efecto de convergencia, habría llegado a ser idéntica con la de un pro–

ducto zootécnico del hombre eurasiático), se presenta como una presunción biológica

atrevida.

De todos modos,

los Equidre

son descendientes actuales de organismos · que han

cumplido durante el terciario su entero metamorfismo evolutivo en tierra americana.

¡Curiosa historia, la de esta familia

1

Cfr. LYDEKKER, Richard. -

Tbe Horse, and its relatives.

Londres,

1902,

p.

243.

OSBORN,

H.

F. -

The age of Mammals,

New York

1910,

p.

58.