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AMÉRICA Y BABILONIA
dad, ante los hallazgos de fósiles de varias especies de caballos de la
Pampa, consignados en la copiosa literatura del asunto. ( 1).
Afortunadamente, para evidenciar el
absurdum
de la hipótesis de
Ricci, no es indispensable resolver
la
intrincada cuestión del caballo en
América. Es suficiente implantar
la
del "asno americano". Véase sí no
es cierto.
La locución de los Súmeros "asno del Este" evidencia que, al for–
marse la lengua súmera, ese pueblo conocía el asno,
y
vivía a contacto
(
1)
La hipótesis de la existencia,
en
tiempos históricos, del caballo autóctono,
en A111érica, esto es, prescindiendo en absoluto de la descendencia de los caballos desem–
barcados por Pedro de Mendoza, cuenta desde varios lustros con un ensayista convicto
y
tenaz, que pone al servicio de su idea sus conocimientos naturalistas y su habilidad
dialéctica, el señor don Aníbal CARDOSO, del Museo N ac. Bernardino Rivadavia.
Véase:
La antigüedad del caballo en el Plata,
1912 ;
Nuevos comp"robantes a pro–
pósito de la antig. del caballo en el Plata,
19 13 ;
Origen de la boleadora
v
·del caballo,
1916;
El
caballo indígena del Plat.i.
1924.
Sin e111bargo, nadie ha emovido los argumentos negativos consignados ya en
1883
por C. A. Piétrement,
en
las páginas
10 7-8
de su libro, seguidos por una pa–
ciente recopilación de datos históricos en todo el cap. XII de la misma obra (pág.
597-707) ,
Cronistas, conq istadores y exploradores están todos de acrrerdo sobre la
ausencia del caballo
Lo ue
es c
erro
e
i co wversible, después de las publicaciones de Bourmeister,
es
que en la Pampa han vilv'.1do varias especies fósiles, del género
Equus
y de
Hippi–
dium.
Os orne y
dekker sostienen que los caballos sudamericanos
se
extinguieron
al umbral del
~eistoceno.
Frenguelli los ha encol)trado basta más arriba de
ese
piso,
en el
querandmense.
Respecto a la historia paleontológica del caballo, según Lydekker, la extinción,
durante el oligoceno, del
Hyracotberium,
équido de Inglaterra, . evidencia que la entera
evolución, durante el terciario, se cumplió en América, riquísima en fósiles, especial–
mente el continente norte. De Norteamérica, antes de perecer, la cadena terciaria envía
una rama al continente Sur, la cual se extingue a la puerta del cuaternario. En cam–
bio, otro retoño enviado a tierra asiática, forma allí un verdadero tronco central, que
es el tronco de donde sale toda la familia equina, no excluídos los antecesores de los
géneros de Africa y Europa. Este cuadro de Osborn y Lydekker se fundamenta sobre
una cantidad -de comprobaciones, entre ellas la naturaleza evidentemente plástica de la
rama equina del Asia, creadora de gran número de géneros, subgéneros y especies ac–
tuales. Viceversa, aún admitiendo todos los interesantes argumentos del amigo Car–
doso, quisiera modestamente señalarle que la pobreza .de variación, de la supuesta rama
cuarternaria Americana, con su único tipo equino termina! (cuya constitución, por
extraordinario efecto de convergencia, habría llegado a ser idéntica con la de un pro–
ducto zootécnico del hombre eurasiático), se presenta como una presunción biológica
atrevida.
De todos modos,
los Equidre
son descendientes actuales de organismos · que han
cumplido durante el terciario su entero metamorfismo evolutivo en tierra americana.
¡Curiosa historia, la de esta familia
1
Cfr. LYDEKKER, Richard. -
Tbe Horse, and its relatives.
Londres,
1902,
p.
243.
OSBORN,
H.
F. -
The age of Mammals,
New York
1910,
p.
58.