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AMÉRICA Y BABILONIA

especie zoológica. En uno de sus trabajos anteriores

( 17), demostró

el mísmo filólogo que las voces lat.

leo,

ant. germ.

lewo

o

leo

y

ant.

eslavo

livu,

son injertos, todos, del vocablo griego Aéoov,

y

que nada

tienen que ver con supuestas raíces indo-europeas, procediendo, en cam–

bio, de la voz semítica

libatu.

Esto vale como decir, que los pueblos que

habitaron las dos penínsulas meridionales de Europa tuvieron necesidad

de pedir el nombre del león al vocabulario de los pueblos que habitaban

la costa de Siria. Cualquiera sacaría como consecuencia que los griegos

no conocieron al león. Y sin embargo, las selvas de los Balcanes debían

cobijar muchos leones en. épocas no tan remotas, pues Herodoto ( 18)

nos consigna que al

tiemp~

de la expedición de Jerjes todavía se encon–

traban en la Tracia,

y

Aristóteles ( 19) confirma este dato del histo–

riador con la autoridad del naturalista. Ahora bien, el fracaso de

la

inducción puede tener aquí dos explicaciones: primera, que no fuera

exacta la '.plataforma lingüística que le sirve de base,

y

segunda, que

fuera antójadiza la interpretación. Si aceptamos la primera, ella depone

en contra de la seriedad del método con que tanto Hommel como los

demás paleolingüistas estiraban los fonemas en uno u otro sentido, se–

gún la Ídea que habían apadrinado

(20) . Si preferimos aceptar

la

segunda, tendremos po demostrado que un pueblo puede, en determi-

( 17)

HOMMEL, FR. -

Die Namen dec Siiugetiere bei den Südsemitischen

Volkem,

Leipzig, 1819 . Ver pág. 40 6 y sigg.

(18)

Al narrar los asalcos nocturnos de los leones de M-acedonia a la columna

del ejército de IJerjes, de la que destrnyeton los camellos portadores

el bagaje, durante

la

marcha entre Acanto

y

Therma, Herodoto nos inf.orma con términos precisos que

se encontraban muchos leones (ka:rci i:oüw. i:á )(WQta AEÓY'tE,; :n:oi..1'.oL) desde el río Nestus

a oriente de

la

actual Salónica hasta el Aquelous, puerto en el mar Jonio, frente a la

isla de Corfú, lo que vale decir que infestaban, en el siglo V, toda la parte continental

de la península.

(Hdt., VII, 124-126) .

( 19)

En

la

época de Alejandro, es decir, al término de la historia genuinamente

griega, Aristóteles consigna que

el

habitat

de los leones seguía siendo el mismo que

H~rodoto

indicara en su tiempo; tan solo, respecto al número, los "muchos leones"

se habían vuelco escasos.

(~rccivtov

i:o yévo,; 'tcov /,EÓV'tcoV

foú..)

ARISTÓTELES,

Historia

natural,

VI. 31. En otro pasaje (IX, 44) reconoce dos razas.

Debo al Prof. David Croce una serie de noticias extractadas cuidadosamente de

los autores clásicos, con el objeto de definir el área y el tiempo en que existieron leones

en los países griegos

y

bárbaros de la península. ELIANO.

(De la natur. de los anim.

III, 27) afirma que no hubo leones en el Peloponeso. Y eso debe ser cierto para los

tiempos históricos. Sin embargo, el león de la selva

Neme~

puesto por Hera para des–

truir la raza de los hombres

(HES!ODO,

Theogonia,

326) no es extraño a nuestro

asunto. Así piensa también Gabriel ROSA

(Ocigini della civiltá in Europa,

pág. 43).

Sin duda la celebridad del valle Nemeo es análoga a la del Tigre, cerca de Buenos Ai–

res, que fué albergue del úlcimo gran felino.

(20)

Es evidente qur al sostener su etimología del vocablo "león", Hommel

se propuso convalidar una tesis bien definida, es decir, que la sede primitiva de los