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que al Sol, qlle, como he dicho, no osaba
1
to–
mar su nombre en
la boca,
y
al Sol le r om–
braban
a
cada paso. Preguntado quién er
t
el
Pacliacámao,
decían que era
el
que
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al
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pero que no 1•1co–
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y
que por
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mas,
que lo adoraban en su corazón. es–
to es, mentalmente, y Je
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que
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E
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la sigúifica ·ión del vocablo;
y
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aquel riqní imo templo (del
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de
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