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QUEOHUA- C.ASTELUNO
moler, por lo cual dejaban de comer pan de
ordinario.-No molían en morteros, aunque los
alcanzaron, porque en ellos se muele a fuerza
de brazos, por los golpes que dan,
y
la piedra
como media luna, con el peso que tiene, mue–
le lo que toma debajo,
y
la india la trae con
facilidad, por la forma .que tiene, subiéndola
y bajándola de una parte a otra, y de cuan–
do en cuando recoje en medio de la losa con
Ja una mano lo que está moliendo, para remo–
lerlo, y con la otra tiene la piedra, la cual con
alguna semejanza podríamos llamar batán, por
los golpes que le hacen dar a una mano
y
a
otra. Todavía se están cun esta manera de mo–
ler, para lo que han menester. También hacían
gachas
que llaman
api,
y las comfan con gran–
dísimo ·eg cij0, diciéndoles mil donaires, por–
que era mu raras veces. La harina, porque se
<liga todo, a apartaban del afrecho echándola
sobre
una
anJa de algodón limpia, en la cnal
traían cou la mano ase[Jtándola por toda ella.
La flor de la harina, como cosa tan delicada,
se pega a la manta: el afrecho, romo más
grueso, se aparta de ella, y con facilidad lo
qnitan: y vnelven a recojer en meciio de la
manta la harina, qne estaba pegada a ella;
y
quitada aquella echaban otra tanta, y así iban
cerniendo toda la que habían menester:
y
el
cerner la harina, más era para el pan, que ha–
cíau los Españoles, que un para el que los In–
dios comían, porque no eran tan regalados que
les ofendiese el afrecho; ni el afrecho es tan
áspero, principalmente el C!el maíz tierno, que
sea menester quitarlo. Cernían de la manera
que hemos dicho, por falta de cedazos, que no
llegaron allá de España mientras no hubo
tri·
go. Todo lo cual ví por mis ojos, y me sus–
tenté hasta los mHwe o diez años con la
zara,