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EL PAIS DE LA SELVA
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las vísperas. Ellos saben que, por tradición doméstica,
éste es el festival más grande del año. El vecindario
del fundo viene al pesebre: unos traen su guitarra, otros
su prenda, cuales sus armas.
Y
á las doce de la noche,
con el primer instante del fausto día, el bosque cer–
cano se estremece á los ecos del tiroteo, pues á falta
de campanas, dice aleluyas la pólvora de los cohetes
'y fusiles. Coros de niñitos que fingen ángeles alados
y
vestidos de blanco, cantan, entre gallardetes
y
luces,
los villancicos tradicionales :
Qué
linda
es la rosa
Qu'está en el
rosal;
Más lindo es el Niño
Qu'está en el
altar,
Adiós mi niñ ito,
Adiós ya me voy,
Dios quiera que m' eches
Una bendición.
El · son de los cantqs sube en la sombra como una
plegaria de la Selva. Los astros arden como cirios, allá
a~riba,
entre las lobregueces de la noche. Los hombres,
5.