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fll ARD
ROJ.\
~
ver. as reo·iones de la
An1
'rica, pero
n
Rubén Dado ha de
rito alguna de esa
11
.
como sobreviven en su lejana lierra nicaragüen.
t',
p ro
en nueslro pueblo no ha queda<lo ni siqui ra el r
ucr–
do. En las aldea , don<le el catolicismo d generó
111
-
nos que en las can1paña , han perdurado alguna· fc. _–
tividades en torno de in1ágene
inilagro a ó ,
anL11a–
rios coloniales . Se hace aún vi ita de un santo
á
la
capil1a del otro, ó peregrinaciones comarcanas, donde
el icono inarcha con su grey, entre banderolas
y
guir–
naldas, acompañado de cohetes
y
alguna in
't
i
a. P ·ro
en la vi<la ca-mp . ina,
stas co tun1bres han loina lo
carácter pee
nL
icndo
re1n
la
11p
r:ticionc.
indígenas co
atólicas,
y
amaJgnr11ándolas aún
con initos le
~
·ún recienle. En toda: prcpond ra
un marcado
·~e
er
1
gano,
y
no sería difícil . rñalar
concluyen tes analogías entre los bailes del boSfJ e
y
los
antiguo cul1;os dionisíacos que originaran la tragedia.
No son otras cosa esos bailes con libaciones
y
coro ,
realizados para deidades báquicas como la Tele. ila
ó
seres con10 los niños muertos cuya alma se beaLific en
ritos de placer . Y hasta he llegado, desdeñando lo
tri–
vial de la
coplas, lo rústico de los cantos
y
lo zafio de
los personajes,
:í
sorprender en
llos la energía ]a–
tente
y
divina del sünplc riln10 primordial, que en
l
comienzo de las eras, convirliE>ra el a1idc r en danza,
Ja
palabra en música
y
el gesto p
1
ú.
lico en la má cara
escénica.