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86

fll ARD

ROJ.\

~

ver. as reo·iones de la

An1

'rica, pero

n

Rubén Dado ha de

rito alguna de esa

11

.

como sobreviven en su lejana lierra nicaragüen.

t',

p ro

en nueslro pueblo no ha queda<lo ni siqui ra el r

ucr–

do. En las aldea , don<le el catolicismo d generó

111

-

nos que en las can1paña , han perdurado alguna· fc. _–

tividades en torno de in1ágene

inilagro a ó ,

anL11a–

rios coloniales . Se hace aún vi ita de un santo

á

la

capil1a del otro, ó peregrinaciones comarcanas, donde

el icono inarcha con su grey, entre banderolas

y

guir–

naldas, acompañado de cohetes

y

alguna in

't

i

a. P ·ro

en la vi<la ca-mp . ina,

stas co tun1bres han loina lo

carácter pee

nL

icndo

re1n

la

11p

r:ticionc.

indígenas co

atólicas,

y

amaJgnr11ándolas aún

con initos le

~

·ún recienle. En toda: prcpond ra

un marcado

·~e

er

1

gano,

y

no sería difícil . rñalar

concluyen tes analogías entre los bailes del boSfJ e

y

los

antiguo cul1;os dionisíacos que originaran la tragedia.

No son otras cosa esos bailes con libaciones

y

coro ,

realizados para deidades báquicas como la Tele. ila

ó

seres con10 los niños muertos cuya alma se beaLific en

ritos de placer . Y hasta he llegado, desdeñando lo

tri–

vial de la

coplas, lo rústico de los cantos

y

lo zafio de

los personajes,

sorprender en

llos la energía ]a–

tente

y

divina del sünplc riln10 primordial, que en

l

comienzo de las eras, convirliE>ra el a1idc r en danza,

Ja

palabra en música

y

el gesto p

1

ú.

lico en la má cara

escénica.