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RICARDO ROJAS
nales, pue aunque es pueblo de fundación ino<lerna,
tiene al Salado por arrabal
y
por extramuro.
á
la breüa.
Apenas de empolvados, nos
enlábamos á comer,
cuando llamaron
á
la puerta :
-
¿
Quién es? -
preguntó el dueño de casa.
-
Con su permisio, don Antenor ...
Y
al punto ron1-
pió un terceto de rondalla . Eran dos roncas vihue–
las,
más
un carrasposo
y
trémulo violín. Oía e
palabra~
dispersas
y
voces de temple.
-
Es la voz del negro Rudes, viejo rojisla
y
tre–
mendo cantor, -
agregó mi amigo; -
y
mientras am–
pliaba explicaciones, ce escuchó una orden : -
áura
1
-
allá en la sombra hueca del zaguán.
Y
el son de
un
aria nativa, se
' a letra del trovador:
~~._"
....su persona
Fué ini
mayor
interés,
Logrando
po~·
esta vez
Lo que se me aproporciona.
El mismo romance, mil veces repetido
á
diver ·o · via–
jeros,
y
el interés de una propina mí era, no amengua–
ban, por cierto, la belleza espontánea de su bienvenida,
ni el tono penetrante de sus mú icas. Ninguno de la
comparsa me conocía ; acaso nunca volverían á verme;
y
sin embargo, se acercaban á cumplir la fórmula an–
tigua con celo sacerdotal.