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EL PAIS DE LA SELVA

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Terminada la trova, hicimos entrar al grupo. Lo enca–

bezaba, en efecto, Rudes, de pura cepa criolla, simpá–

tico

y

ladino, cuadrados los hon1bros, la barba, la ca–

beza ; -

y

leal el corazón... Acompáñabale de bracete

al violinista, sirviéndole de lazarillo, pues éste era ciego,

lo cual tornaba n1ás densa la opacidad de s u desbarbado

semblante, con la cholla al rape y los cachetes gordos.

Completaban la orquesta dos guitarreros, jóvenes de la

tuna ... Al jaleo de chácharas y cantos, concluyó la co–

mida y finalizó el doble gorjeo con vidalitas de adiós.

Era el eterno gTupo de los cantores del bosque, ani-

1nando con su presencia todas las ocasiones solemnes de

la vida rural. El poet anónimo del pueblo, fig·ura desco–

llante del grupo, siente al unísono de la muchedumbre:

por eso vibra de preferencia en sus labios, el treno reli–

gioso ó el yaraví senliinent al.Ignoran las aventuras pala–

dinescas de Roldanes, Bernardos y Cides, narrados

á

la

guisa del romancero español. Ni siquiera le apasionan

nuestras o elíseas corajudas de Moreiras, Calandrias

y

Vegas, legendarios en el litoral. Ha sta las mismas es–

pinel<!s heroicas de que abundó la Revolución, no han

·sobrevivido en el bosque ... Cuenta su laúd la cuerda

de las pasiones tri stes, de las melancolías inefables, de

los obscuros presenti1nientos ; y si la musa de la po–

lítica le inspira también, no llega al lirismo sino en pre–

sencia de la fatalidad.