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EL PAIS DE LA SELVA
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ni mojan te1npestades; brazo que no atajan frondas;
músculo que no doblegan sueños. Concluído el evo de
los combates, vino la edad civil de las industrias, y la
frugalidad del viejo montanero reapareció en el peón
de los obrajes . Yo lo he visto vivir en el monte, pasar
los días hacheando de sol á sol, y las noches durmiendo
á
la ten1perie ; y tener su chocil hecho de ramas, no
' para su cuerpo, sino para guardar la holli ta donde coc–
ciona á diario
la mazainorra de su escaso yantar.
Conoce palmo á palmo el bosque circundante
á
su
rancho . Designa
sus
rincones más apartados por
sucesos baladí es que en ellos ocurrieron y que no
olvida jamás .
ada uno de los ár boles es su viejo
.
,
vac1011,
y
no
a p,or sus señas par ticulares . Harto
sentido del rumbo y de la obser-
Gos so:
ras treadores . Saben el olor de
los pastos, la vir tud tintór ica de las flor es , la maléfica
de las hierbas , y la t erapéutica de vegetales zu1nos en
cocción. Observador en reserva, curioso con di simulo,
no es el gaucho compadre locuaz y pendenciero de las
pmnpas
y las comacas ribereñas que ha t enido nuestro
país. Lenta es su volición pero segura ; experta su
atención ; previsora su experiencia. Un tanto indolente
y
fatalista , supersticioso aunque sin nada de fetiquis1no,
lleno de fervor pagano por la música, la poesía y la
danza , es , por añadidura, s ilencioso, imaginativo y
sagaz. Ese hijo genuíno de la selva refleja su ambiente
Y.
su tradición. Ideas, mitos, hábitos cotidianos de los