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UIC..:.\.UDO ROJAS
de gri ·, el ceibo de rosa ... P ro tan
le
sal iduría sól
1
sirve para colorar
1
hilada vedija de lo hal
, con
(fll
hace en su tela re , de de los
burdo~
ch uses
lHL
la el or–
lado baetón.
Puede afinnarse que las costumbr ... de la . elva arc–
cen propiamente ele color local. E
pobre y rú tic a la
c:asa donde las fiestas se realizan. La coHcurren ia por
su parte, no lleva en su ve tidos ningún elemcnLo de
belleza exterior. Carece en ab oluto de esa nota pin Lo–
resca con que fald · s y corpiños d0 colore , alegran la
campiña Je otros paí es.
En los ranchos no se halla otro inaliz intcn. o que el
<le las cobijas,
a
i
siempre le rojo
y
rayadas ó
triangulada
á
inca
ver es, amarill
y
azules, -
tin-
torería y urd·
an factura don1éstica. Des-
pué ... la alco_b
de,
ntelada: ni un solo adorno, ni
una silvestre flor; todo en tinte de tierra, cual si la
choza y la vida se identificaran con esos leñosos bos–
ques, donde falta el paisaje de las montañas
y
hasta el
risueño verdegay de las selvas hún1eda .
Los hombres son indolentes en ese clima <le horno,
y
pobres
á
la vez. La ropa queda en los cuerpos hasta
pringarse de sudores
é
impregnarse de sobaqnina. Por
olra parte, el genuíno habitante del país, siendo hacha–
dor, zagal,
6
peón de estancia, nada puede lucir en sus
arreos. El triste paria calzará su pie nudoso en indus–
triales alpargatas,
ó
en le precaria ajota, abarca rúslica
que no se atreve
á
ser una sandalia. Los cuerpos