![Show Menu](styles/mobile-menu.png)
![Page Background](./../common/page-substrates/page0031.jpg)
EL PAIS DE LA SELVA
13
vieron informes, aunque vagos, sobre el territorio á re–
correr. Del río fabuloso, cuyas riberas buscaban, nada
supo decirles. En cambio, les habl ara de otro río, -
el
Dulce, acaso, -
cuyas aguas corrían á pocas leguas de
allá. No arrastraban sus ondas pepas ni polvo de metales
preciosos, antes bien las arenas de sus costas eran á
trechos áridas. De la plata, del oro, del bronce y del
hierro, sólo conocían los indios valerosos , habitadores de
la boscosa llanura, lo que trocasen, por fruto s de su
tierra, con el Calchaquí de la 1nontaña.
En posesión de esos datos, se reuni eron los hombres
de consejo. Al salir del Cuzco, habían estipulado los
conquistadore~ ,
dadas las contingencias de estas expedi–
ciones en lo
i nter~o
de la Arnérica, que si Roxas moría,
le sustituyese Feljpe Gutiérrez,
y
si el Teniente perecía
también, le
eemplazase el Maese de Campo don
Nicolás de Heredia. Llamaron, pues,
á
Heredia; citaron
igualmente á Diego Hurtado, alférez de la colu1nna; á
Pedro López de Ayala, Alonso de Lagos , Juan de Bal- ·
maceda, López Sánchez de Valenzuela, Francisco de
Me!}doza, Diego de Maldonado y Pablo de Montemayor.
En torno, el resto de la tropa aguardaba la palabra de
su caudillo, á quien seguían con el sentimiento caba–
lleresco de un tiempo feudal. Todos 'aquellos hombres,
villanos, malhechores ó gentiles hidalgos, identificaban
sus altnas, en la f_e,
la ambición
y
el arrojo que les
eran comunes. En lo exterior, identificábanse tam–
bién los cuerpos : vestidos todos por sendas cotas de